Las Historias de la Vida y Hechos de Cristóbal Colón, Fernando Colón

Fernando Colón (1488-1539), hijo del Almirante, escri­bió esta obra — publicada por primera vez en 1571, traducida al italiano por Alfonso de Ulloa sobre el manuscrito español origi­nal— para dejar bien sentada la verdad so­bre la vida y aventuras de su padre, narra­das a menudo con poca exactitud y verdad en los relatos de su tiempo.

La autentici­dad de esta obra fue muchas veces puesta en duda; pero aunque algunos eruditos la discuten todavía, generalmente se estima este libro como la fuente más segura y com­pleta de noticias en torno al gran descubri­dor. Después de indicar, en una primera parte, algunos datos relativos a la familia, orígenes y primeros años de su padre, y después de exponer las razones que le indu­jeron a buscar la ruta de las Indias hacia occidente y de describir las varias peregri­naciones de Cristóbal Colón hasta que los reyes de España le concedieron para su em­presa las tres famosas carabelas, Don Fer­nando inicia el relato del descubrimiento y de las sucesivas exploraciones y coloniza­ciones de las Indias Occidentales. Salido de España el 3 de agosto de 1492 con la «Santa María», la «Pinta» y la «Niña», después de una larga navegación turbada en pleno océano por infinitos sinsabores y dos tenta­tivas de revuelta de la tripulación, pron­tamente sofocadas, Colón descubrió final­mente, al amanecer del 12 de octubre de 1492, una islita a la que dio el nombre de San Salvador (ahora Watling o Guanahani); después de tomar posesión de ella, ganó Cuba, que de momento tomó por una penín­sula asiática, y luego, continuando su viaje, llegó a una grande y bellísima isla a la que dió el nombre de la Española (ahora Haití o Santo Domingo), rica en yacimien­tos de oro.

Allí, habiendo zozobrado la «Santa María» por haber dado contra un escollo, Colón decidió fundar una colonia, compuesta de 39 hombres, a la que dio el nombre de Navidad, y, emprendiendo el viaje de regreso el 16 de enero de 1493 y después de atravesar de nuevo el océano entre terribles tempestades e infinitos peli­gros, llegó a Lisboa el 4 de marzo y fue recibido triunfalmente por el pueblo y el rey. Nombrado gobernador y virrey de las nuevas tierras, partió de nuevo el 25 de septiembre con 17 naves para fundar en La Española una colonia importante; llegó allí el 22 de noviembre y encontrando que Navidad había sido destruida por los indí­genas a consecuencia del mal comporta­miento de los colonos, hizo construir en otro sitio una ciudad mayor, Isabela, e inició la explotación aurífera y agrícola de la rica y fértil isla. Salió luego para Cuba, descubrió Jamaica e infinidad de islas menores, pero, por la escasez de víveres, se vio pronto obligado, sin llegar siquiera a comprobar la insularidad de Cuba, a regresar a La Es­pañola, donde sofocó una rebelión de in­dios y de la que salió el 10 de marzo de 1496, para llegar el 11 de junio a Cádiz, donde dio cuenta de su viaje a la reina Isa­bel.

Puesto al frente de una tercera expe­dición, que se retrasó por las intrigas de los cortesanos, partió nuevamente el 1 de agosto de 1498 y, después de descubrir la isla de la Trinidad y la América Meridio­nal, llegó a la isla de La Española, a la ciudad recién construida de Santo Domin­go, turbada por rebeliones e intrigas que con gran facilidad logró dominar. Pero al­gunos envidiosos, de regreso a España, ca­lumniaron mientras tanto a Colón ante los reyes, los cuales enviaron a un tal Bobadilla a vigilar su conducta; éste, llegado a Santo Domingo, mandó sin más, detener al Almirante y lo envió a la patria cargado de cadenas. Liberado, en cuanto desembarcó, por intervención de la reina Isabel, no reco­bró, sin embargo, el cargo de gobernador, aunque se le confió una última expedición, que salió con el intento de descubrir el brazo de mar cuya existencia suponía en la tierra que había descubierto, estrecho que debía obstaculizar la navegación hacia las Indias. De haber terminado esta expedición, hubiera dado la vuelta al mundo. Salido de Cádiz el 9 de mayo de 1502, llegó a las Antillas y de ahí, entre terribles tempesta­des, a América Central de donde, después de buscar inútilmente el paso, precisamente no lejos del istmo de Panamá, salió nueva­mente para volver a La Española. Pero las naves estaban tan maltrechas que embarran­caron en el puerto de Jamaica y hasta cerca de un año más tarde no llegó de Santo Domingo una nave de socorro que llevó a los expedicionarios a la isla; de allí Colón partió con una sola nave y atrave­sando por última vez el océano que él ha­bía revelado al mundo y abierto al comer­cio de los hombres, desembarcó en España el 7 de noviembre de 1504.

Mientras tanto, había muerto la reina Isabel, y el rey era más bien hostil a Colón, de modo que éste terminó su vida, privado de casi toda su riqueza y poder, el 20 de mayo de 1506. Es un libro objetivo y sereno que sirve para disipar muchas leyendas propagadas acerca del gran navegante, el cual nos aparece, a través de sus páginas, como un hombre be­nigno y humano dentro de los límites de la mentalidad de su época, animado de una verdadera pasión no sólo de provecho y conquista, sino también de descubrimientos científicos, y con una intuición casi mara­villosa que le permitió lograr, con su vale­rosa pertinacia, resultados casi imposibles de esperar en su tiempo y con los medios de que disponía. [Trad. española anónima con el título: Historia del Almirante Don Cristóbal Colón que compuso en castellano D. Fernando Colón, su hijo, y tradujo en toscano Alfonso de Ulloa, vuelta a traducir en castellano, por no aparecer el original (Madrid, 1749)].

P. Gobetti