[Le antichitá romane. Opera di Giambattista Piranesi architetto veneziano]. Es una de las más conocidas de las numerosas y monumentales obras que Piranesi (1720-1778) dedicó a ilustrar la arquitectura romana. Publicada en 1757, en Roma, con el preámbulo de dos cartas de justificación a Milord Caufeld, vizconde de Charlemont, a quien la obra va dedicada, estas Antigüedades, siguen a las Antigüedades romanas de los tiempos de la República y de los primeros Emperadores (1748) y preceden, por citar solamente su obra mayor, la Magnificencia y arquitectura de los Romanos. En edición principesca «en folio atlántico», constan de cuatro tomos constituidos en su mayor parte por planchas dibujadas y grabadas al aguafuerte por Piranesi, alternadas con breves textos crítico-explicativos del mismo autor. El primer tomo comprende un plano arquitectónico de Roma (primer ensayo de lo que el artista publicará en 1778); la ilustración de los acueductos (con un compendio de la obra de Frontino Acueductos de Roma, v.), de las Termas mayores, de algunos templos, del Foro romano, de los Foros imperiales, del Monte Capitolino.
El segundo y el tercer tomos están dedicados a los monumentos sepulcrales de Roma y de su campiña; el cuarto al Mausoleo de Adriano, a la Isla Tiberiana, al Templo de la Fortuna Viril, al teatro Marcelo, a algunos puentes y pórticos antiguos. La facultad creadora del eminente grabador informa tanto ésta como las demás obras del Piranesi. Desde el punto de vista arqueológico las Antigüedades romanas representan una cosa completamente «sui generis»; los monumentos a que estudia están catalogados y copiados escrupulosamente, salvo alguna libertad que el artista se toma; y las noticias sobre ellos están recogidas con devota erudición; pero en la interpretación perspectiva, mejor diríamos, escenográfica, de las ruinas y más todavía en los muchos ensayos de reconstrucción planimétrica y en alzado, la hirviente fantasía del arquitecto rompe todo límite de prudencia científica para llegar a una lírica exaltación de la romanidad. Por eso mismo, el efecto que de ello deriva tiene, sobre todo, valor de elevada invención y de libre, aunque íntimamente adecuada, interpretación del espíritu de la arquitectura romana.
A. D. Pica