Las Antigüedades de Roma, Joachim du Bellay

[Les antiquitez de Rome]. Colección de sonetos de Joachim du Bellay (1522-1560), publi­cada en 1558. Inspirados en un viaje hecho a Italia, formando parte del séquito de su primo el cardenal Jean du Bellay y en par­ticular en su estancia en la Urbe, inaugura en la poesía francesa la gran tradición de Roma. Las antiguas ruinas que ya habían sugerido a los poetas italianos y extranje­ros nuevos temas poéticos con la compara­ción de la gloria antigua y la decadencia moderna, ofrecen a Du Bellay motivo para una profunda meditación sobre la vida. Roma es reina de las gentes, señora del derecho y del imperio del mundo: sólo Roma podía parecerse a Roma. Sólo Roma podía hacer temblar a Roma, y por la ne­cesidad de los hechos su poderío no puede ser igualado por el de ningún otro pueblo de la tierra («Telle que dans son char la Bérécyncthienne»). Así, la visión de los monumentos le lleva al poeta a evocar la fuerza, que era una parte tan importante de la tradición de Roma, de su misión entre los pueblos («Sacrés coteaux, et vous, saintes ruines»). A través del recuerdo de una civilización que permanece ejemplar en la historia del mundo, el poeta siente, en el contraste, la lucha del tiempo, el valor de la Eternidad frente al orgullo humano, pero también advierte, con emoción profunda, qué valor puede aportar la ansiada inmor­talidad a las industriosas fatigas de un pueblo entero. La poesía obra el milagro de guardar siempre presente ante el espíri­tu de los sucesores dichas gestas: el canto revive en las ruinas y se eleva al cielo. Esta colección es, pues, el primero de los «poemas romanos» que tanta importancia tendrán en la tradición clásica francesa, desde Corneille hasta Racine y durante todo el XVIII, hasta el mismo Parnaso (v. Parnasianismo). Y la elocuente admiración por la grandeza antigua no hace olvidar el acento patético y ágil, por el contraste en­tre las fuerzas humanas y el invisible poder del hado y de la muerte, que caracteriza la poesía de Du Bellay y al mismo tiempo afirma su meditativa inspiración. Así no quedó extraño a la colección misma aquel sentimiento de melancolía y de tristeza que frente a tantas ruinas de un pasado glorio­so inspiró a los poetas prerrománticos y dio más de un motivo a la famosa Carta sobre Roma (v.) de Chateaubriand.

C. Cordié

*      En España la lectura de Las Antigüe­dades de Roma de Du Bellay inspiró al gran poeta barroco don Francisco de Que- vedo (1580-1645) dos de sus composiciones más famosas. En efecto, como demostró el gran filósofo y erudito Rufino José Cuervo en su estudio publicado en 1908, el famoso soneto de Quevedo A Roma sepultada en sus ruinas no es más que una imitación o versión casi literal del soneto III de Du Bellay que empieza: Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome. De igual modo en la silva que lleva por título Roma anti­gua y moderna ofrece claras reminiscencias de algunos sonetos de Du Bellay, singular­mente el XVIII que comienza: Ces grands morceaux pierreux, ces vieux murs que tu vois. A. Vilanova