Con esta novela de título italiano el escritor alemán Paul Heyse (1830-1914) inició la serie de sus novelas cortas en prosa. Aparecida en 1855, fue un acontecimiento literario, tal fue su éxito, por la concisión y pureza de la forma y por el pintoresco colorido del paisaje meridional italiano que envuelve un gracioso episodio, entre pocos personajes finamente dibujados, con sobriedad esencial.
Antonino, joven barquero de Sorrento, a quien un tío acomodado ha puesto al frente de su industria pesquera, está secretamente enamorado de Laurella, joven pueblerina que, por su carácter esquivo y orgullosamente reacio a dejarse cortejar, es llamada «l’Arrabbiata » ( «la Rabiosa » ). Cierto día, habiendo de ir a vender hilado a Capri, sube en la barca de Antonino en la cual se ha acomodado ya el párroco de Sorrento. Éste interroga con severidad a la muchacha sobre la negativa que ha dado a un pintor napolitano que quería casarse con ella, lo cual hubiese sido una fortuna para ella y su madre enferma. Ella responde en voz baja que el espectáculo de los malos tratos infligidos a su madre por el difunto marido le han disuadido de todo vínculo matrimonial. En Capri, Antonino espera en una taberna, bebiendo el vino ardiente del país, hasta que Laurella vuelve; y ésta sube en su barca, contrariada porque no haya más compañeros de viaje. En alta mar el joven trata de hacerle algunos cumplidos, que ella rechaza bruscamente; entonces, en un imprevisto arranque de furia, la abraza, decidido a arrojarse al agua con ella. Pero la muchacha le muerde en la mano y es ella la que, libertada así de él, se arroja al mar.
Con dificultades la convence para que se deje salvar; cuando, de vuelta en la barca, ve la sangre que brota de la mano de él, se la venda en silencio y le ayuda a remar. Llegados a tierra se separan sin mirarse. Pero por la noche el joven, que vive solo en su cabaña, ve comparecer ante él a Laurella con hierbas medicinales recogidas para curarle la herida; después ella le ruega que acepte su crucecita de plata en compensación por el dinero que ha perdido con la chaqueta caída al agua. Antonino rehúsa enérgicamente; ella rompe a llorar y se aleja, pero de repente vuelve y se le echa al cuello. El buen cura de Sorrento se entera con alegría por Laurella en el confesionario, que la obstinación de la «Arrabbiata» ha cedido .y que las bodas entre ambos jóvenes son inminentes. Con su gracia algo convencional, la novelita ha creado toda una tradición de «poesía del pueblo napolitano y del paisaje de Capri», que — en alemania y en el Norte — ha durado casi un siglo: incluso en los primeros capítulos de la Historia de S. Michele de A. Munthe se encuentran algunas huellas.
C. Baseggio y E. Rosenfeld