[Kék róka]. Comedia social en tres actos del húngaro Ferenc (Francisco) Herczeg (1863-1954), representada por primera vez en 1917. Un profesor universitario, totalmente entregado a su actividad científica, no es capaz de retener junto a sí a su mujer, deseosa de una vida más variada. El esposo no tiene tiempo para estar celoso de ella; pero el amigo del marido y de la casa, gran admirador de Cecilia, no pierde de vista todos los pasos de aquella mujer. Al comienzo de la acción Cecilia es acusada de haber visitado, en la calle de Tórók, a cierto barón, seductor famoso. Cecilia niega, y el espectador no sabrá nunca si la acusación ha sido o no falseada.
Pero la verdad del hecho no importa: el autor apunta a las reacciones psicológicas del amigo, y del hombre en general, ante la vida espiritual y sensual de la hembra. El amigo no tiene ningún derecho a indignarse por la infidelidad de Cecilia, pero habiendo puesto en ella el ideal de la fidelidad conyugal ve despedazado su ídolo, y por ello provoca la catástrofe familiar y obliga al profesor a divorciarse. El profesor obedece sin entusiasmo y se convierte en víctima de una hija adoptiva, ávida de vivir y dominar y que le obliga a casarse con ella. Entonces el amigo comprende que siempre ha estado enamorado de Cecilia y que su indignación no ha cambiado en nada el conflicto de su corazón; y la mujer también comprende que el verdadero extraño para ella era su marido, mientras que el amigo era el hombre que le asignaba el destino; de manera que si ha sido culpable, lo ha sido sólo en cuanto al amigo. Y éste se casa con ella, aunque sin lograr comprender nunca si verdaderamente ha sido ella culpable o no.
El éxito europeo de la comedia (en Roma, en París, etc.) es debido, además de a las cualidades evidentes y conocidísimas de Herczeg como dramaturgo, a su carácter cosmopolita. En la actitud moral del autor hay algo de enigmático que presta a su comedia un matiz de vanguardia literaria. No se sabe, en efecto, cuál ha podido ser la principal intención del escritor: una sátira amarga, la impasibilidad cínica o una compasión velada pero sincera por la suerte de la mujer, obligada a buscar, con ansia febril e infantil, un poco de calor, como la zorra azul de las regiones árticas.
M. Benedek