La Tentación de San Antonio, Gustave Flaubert

[La tentation de Saint-Antoine]. Obra de Gustave Flaubert (1821-1880), publicada en 1874. Es un poema filosófico en prosa, que en la figura del Santo nos muestra a un hombre expuesto a todas las tentaciones de los sentidos y del espíritu.

En la Tebaida, el eremita es presa de los recuerdos, las nostalgias, las lamentaciones: se insinúa así la obra del diablo, la tentación del oro, la de la ambición. En una tremenda visión, la reina de Saba le hace sus invitaciones, le manifiesta sus seducciones; luego se turba la propia fe del Santo asistiendo a las infi­nitas diatribas de varios heréticos de las diferentes sectas cristianas. Siempre cam­biante la visión, Simón Mago le hace apa­recer a la griega Elena que le ofrece sus encantos; Apolonio de Tiana le ofrece toda su sabiduría. Se le aparecen todos los dio­ses, desde los orientales a los griegos, etruscos, latinos, etc., y todos se desvanecen. Luego el propio diablo le transporta a lo alto, le tienta con dudas más graves acerca de Dios y de la materia, que podrían ser una sola cosa; sobre el mal, que es ciertamente indiferente a Dios.

La Lujuria y la Muerte le llaman también, con su opuesta y terrible tentación. Por fin viene la tentación última, la más fuerte: el Santo es llevado a conocer el misterio por el que nace la vida, el movimiento, y en éste se fija angustiado. Pero aparece el sol, cesa la visión, Antonio hace el signo de la cruz y vuelve a la ple­garia. De «La tentación de San Antonio» del cuadro de Brueghel, visto en Génova en 1845, del Fausto (v.) de Goethe y del Asvero (v. El judío errante), un olvidado drama filosófico de Edgard Quinet, tomó Flau­bert la idea de la obra, compuesta entre 1846 y 1849, rehecha entre 1856 y 1857 (esta primera versión se publicó póstuma), y por fin vuelta a rehacer entre 1871-72. Flaubert le llama «el libro de mi vida» y ciertamente es su obra más ambiciosa, dado lo vasto del significado y del cuadro. Pero el prestigioso escenario, las visiones horribles o seducto­ras, velan un poco la idea, que sólo en el fin, lucreciano y spinoziano, se revela gran­diosa.

Por lo demás, es una deslumbrante fiesta del espíritu, en la que a veces el Santo recuerda a Flaubert, y a su pasión por la vida imaginada, vivida en el sueño. La perfección imaginativa y estilística ha seducido a no pocos literatos, que, en la época del esteticismo, la situaban por en­cima de todas sus demás obras.

Y. Lugli

Podría ser el suicidio definitivo de Flau­bert. El libro resulta tan incomprensible que no se descubre ni la idea primitiva ni la intención.                                                             (Barbey d’Aurevilly)

Es mucho más que una obra maestra y es cosa muy distinta: es un mundo, es el mundo de las formas, de las ideas, de los sueñes, de los disgustos, de los deseos, de las ambiciones y de las resignaciones del más grande escritor francés del siglo XIX. (Gourmont)

Esta fantástica alucinación surge de un paciente estudio de documentos, de lo cual resulta la frialdad de la obra y el cansan­cio que deja. Así resulta el autor extraño a la vida contemporánea, porque ha elimi­nado toda idea personal, toda concepción filosófica, moral o religiosa que hubiese po­dido dar dirección, significado y color a esta magnífica pesadilla. Falta aquí el alma que vivifica la Légende des siècles. (Lanson)

Flaubert ha acumulado aquí y ha susci­tado en todos los matices más bien lo que desencanta que lo que «tienta» y seduce. Es preciso reconocer en esto un contrasen­tido; pero la curiosidad diligente del autor y la renovación indefinida de sus fantasías grotescas son una fuerza que pone en movimiento de un modo potente «nuestra» ima­ginación y que nos toca lo más profundo de la sensibilidad… La tentation de Saint- Antoine es el poema de la concupiscencia que describe su parábola y termina con urna maravillosa intervención de la gracia. (Faguet)

La tentation de Saint-Antoine, a pesar de la perfección de sus versos en prosa, es un caos y oscila entre la perfección del ejercicio literario y erudito, por una parte, y por otra la nostalgia espasmódica hacia un no sé qué de inexpresable. (B. Croce)

En un año de trabajo, produjo con faci­lidad una obra enorme, y de un vigor, de una imaginación, de una audacia y de una riqueza de estilo extraordinaria… El inmen­so Saint-Antoine nos queda como la más bella llamarada de lo que se podría llamar el romanticismo de provincias… (Thibaudet)