La Mesa de Madera de Manzano, Hermán Melville

[The Apple-Tree Table, or Original Spiritual Manifestation]. Novela corta del escri­tor norteamericano Hermán Melville (1819- 1891), publicada en la revista «Putnam’s Monthly Magazine» (mayo de 1856) y re­impresa en él vol. XIII de las obras com­pletas [Billy Budd and Other Prose Pieces, 1924].

Cuando la vieja mesa redonda, de tres patas, construida con madera de man­zano, ha sido sacada de la buhardilla que se supone infestada por los espíritus, donde estaba abandonada desde hacía largo tiem­po por los viejos propietarios de la casa, y llena de polvo y telarañas, una de las hijas del nuevo propietario de la casa, el cual narra la aventura en primera persona, queda aterrada por el aspecto diabólico de las tres patas caprunas, aun antes de des­cubrir debajo los símbolos cabalísticos que la adornan. A pesar de ello, después de la restauración y barnizado de rigor, la mesa es colocada en el saloncito de estar y utilizada para la comida, el té y como mesa de juego y de lectura. Una noche de diciembre, mientras el dueño de la casa se queda leyendo una vieja edición de Magnalia (v.) de Cotton Mather (1663- 1728), hallada igualmente en la buhardilla y precisamente sobre aquella mesa, impre­sionado por las narraciones de duendes y espectros que el libro contiene, queda un tanto aterrado por un extraño crujido que se oye de improviso en el aposento, pro­cedente de la mesa. El crujido continúa a la mañana siguiente, turbando la comida de la familia, aterrorizando a las mucha­chas y, en especial, a la criada.

La se­gunda noche vuelve a oírse el chasquido, y después, de un agujero que se ha abierto en la superficie de la mesa, surge un gra­cioso coleóptero, que el hombre encierra en un vaso viejo; luego se mete satisfecho en la cama y a la mañana siguiente anuncia a su esposa que han terminado to­dos los ruidos. Pero a la hora del desayu­no el chasquido se reanuda y prosigue durante algunos días, hasta que una noche, mientras toda la familia se ha quedado ve­lando alrededor de la mesa, se abre lenta­mente un segundo agujerito y aparece un nuevo coleóptero. Este episodio final está hábilmente preparado por Melville, acu­mulando una atmósfera de misterio con un arte que recuerda a la vez a Anna Radcliffe y a Edgar Allan Poe, por el sentimiento de terror que lo domina y por la explicación natural con que acaba. La calma imperturbable de la mujer, los ra­zonamientos pseudofilosóficos del marido para vencer un cierto terror que le asalta también a él y el pánico de las dos hijas y el todavía mayor de la criada, que llega incluso a amenazar con irse de la casa, son descritos por el autor con un delicado velo de ironía. Es particularmente feliz la des­cripción de la velada en torno a la mesa, cuando cada rumor — una botella de sidra que estalla en el sótano, el mozo del horno que llama a la puerta por la mañana — es causa de nuevos terrores: Esta y otras no­velas semejantes, como «I and my Chimney», «The Fiddler», «Jimmy Rose», nos presentan un Melville bastante distinto del autor de Typee (v.), de Omoo (v.) y de Moby-Dick (v.).

B. Cellini

Una de las dotes principales de aquel ge­nio fue su sensibilidad auditiva para el ritmo. Melville se incluye en aquella es­pléndida tradición de los escritores ingle­ses. La tradición de la prosa escrita para el oído más que para la vista. (J. Freeman)