La Investigación de la Verdad, Nicolás de Malebranche

[De la recherche de la vérité]. Obra filo­sófica del escritor francés Nicolás de Malebranche (1638-1715), miembro de la Con­gregación del Oratorio. El primer tomo apa­reció en 1674, seguido de los otros; la edición definitiva es de 1712.

El autor, par­tiendo del dualismo entre Dios y el mundo propuesto por la doctrina de Descartes y de la tentativa gracias a la cual Geulincx ha­bía echado las bases del ocasionalismo (en cuanto que la causa de las ideas está pos­tulada en Dios y opera en nosotros, que no somos más que la causa ocasional de las ideas), define la sustancia corpórea por la extensión, cuya idea radica en Dios, y ex­plica cómo se produce en nosotros el co­nocimiento de lo real, cuestión que en el sistema cartesiano no quedaba muy clara. El ocasionalismo presupone la intervención divina, pero a través de nuestra inteligen­cia; en consecuencia, por la rigidez siste­mática de su argumentación, el autor no valora los sentidos ni la imaginación, sino que presupone principalmente la razón como fundamento de todo conocimiento. El hom­bre lo ve todo en Dios, y Dios, que es la suprema ley del universo, guía su obra y opera en el mundo sensible a través de Él. El pensamiento, que por su propia natura­leza es la esencia del alma, se revela me­diante dos elementos: un acto de voluntad y una norma de juicio. No se han de sepa­rar voluntad y pensamiento, como hacen algunos teorizadores, porque se contribuiría a eliminar de la vida espiritual una fuente de actividad y de acción. Aun sin salir del ámbito de la vida intelectual hay que con­siderar que un acto de voluntad se presenta como un motivo de pensamiento: sin éste, ninguna voluntad tendría razón de ser. En su propósito de eliminar inútiles distincio­nes, Malebranche afirma la identidad de principios entre la verdad teológica y la ver­dad filosófica; ambas conciernen a la natu­raleza y a la esencia de Dios, y, por tanto, no es posible que entre ellas haya diferencia más que en el modo de definir aquella su­prema realidad.

Con una claridad netamen­te lógica, queda establecido el carácter de la teodicea o ciencia de Dios: porque la idea de infinitud no puede sino ser idén­tica a la de Dios, infinito, eterno, perfecto y absoluto. Con esta tentativa de mostrar los vínculos íntimos entre cartesianismo y religión, fundamentando la nueva doctrina, en la afirmación de que la razón es la sabi­duría y el verbo de Dios, y que la inteligen­cia cierta y segura es superior a la fe por­que puede pasar por sí misma a un mayor conocimiento de la realidad, Malebranche entró en conflicto con algunos ingenios de su tiempo, especialmente en el terreno de la cuestión de la gracia. La razón que él postulaba no tenía en cuenta ni la tradi­ción ni la autoridad; tanto menos conside­raba una posición mística o teológica. Por lo cual, tanto Arnault como Bossuet polemizaron con él violentamente, si bien par­tiendo ambos de argumentos bastante dis­tintos. Y esto ocurrió especialmente porque el autor, en las Conversaciones metafísicas y cristianas [Conversations métaphisiques et chrétiennes], de 1677, y en el Tratado de la naturaleza y de la gracia [Traité de la nature et de la grâce], de 1681, trató nuevamente de dilucidar los problemas reli­giosos. Revisando su posición, particular­mente con el Tratado del amor de Dios [Traité de Vamour de Dieu], dé 1697, Malebranche coincidía con Bossuet, reconocien­do la importancia de la teología en su dominio espiritual. El pensamiento de Ma­lebranche, por otra parte, hay que consi­derarlo en su intimidad, como el documento más insigne de la crisis del cartesianismo, esto es, como la conciliación natural entre la metafísica y la física, propugnada por Spinoza, especialmente en la Ética demos­trada en orden geométrico (v.).

C. Cordié