La Inteligencia, Anónimo

[L’intelligenza]. Poema en nona rima de un autor anónimo toscano del siglo XIV, atribuido a Dino Compagni (1255 aprox.-1324), y compuesto a principios de siglo, aunque no fué publi­cado hasta 1850 por Ozanam. Según una edi­ción reciente parece que debe atribuirse al poeta florentino Lippo Pasci de Bardi.

El autor manifiesta estar embelesado, entre las bellezas primaverales, por una maravi­llosa mujer adornada de ropajes riquísimos y piedras preciosas. La acompaña hasta el palacio en que ella vive, y allí aprende mi­tos y leyendas, representados en las paredes de la mansión. La vida que la espléndida señora lleva es, por sí misma, digna de ad­miración, por el lujo y el señorío del lugar y por las siete reinas que forman su corte. Danzas, cantos y músicas hacen todavía más deliciosa la estancia en aquella morada real que, hallándose «en tierras de Oriente», des­pierta en los hombres el deseo más vivo. El significado de la alegoría es revelado por el propio autor al final de la obra («¿Que­réis tener noticias de mi señora/con ma­yor precisión de lo que os he contado?»). La señora es, por consiguiente, la inteligen­cia, que refulge como un símbolo de la mente humana y que, emanando de Dios, ilumina a la tierra con su esplendor. El palacio es «el alma con el cuerpo»; las di­versas salas pueden representar las partes internas del cuerpo y, en consecuencia, en cada una de las partes la explicación pro­cura ajustarse a la estructura del poema.

Junto a un averroísmo que pretende supe­rar la erudición típicamente medieval, debe señalarse la inmediatez con que el descono­cido autor habla de la naturaleza y de los diversos espectáculos del Universo, con can­dor, a la vez que con dulce ternura. Las mismas leyendas clásicas proporcionan te­mas y situaciones a la narración por el hecho de ofrecer un motivo de maravilla ante tantos esplendores de antaño, entre perso­najes ilustres y hechos de excepcional valor. Esta actitud hace de La inteligencia una obra muy notable por la influencia de la literatura cortesana de aquellos tiempos, en particular de gusto francés, y permite sentir muy próxima el aura del «dolce stil nuovo», pues todo se muestra al espíritu del artista como un elegante motivo de descripción y un modelo señoril de bellas formas. Esta gracia, que impregna las estro­fas escritas según la tradición de los tro­vadores y de la literatura científica del si­glo XIII, aparece así como el carácter per­sistente de este libro.

C. Cordié