La Infanticida, Heinrich Leopold Wagner

[Die Kindesmörderin]. Composición dramática en seis actos de Heinrich Leopold Wagner (1747-1779), escrita en 1776; es una de las pocas obras nacidas del movimiento literario alemán del «Sturm und Drang» (v.) que presentan un interés no solamente histórico y que han sido recientemente repuestas en escena. El autor, un abogado de Strasburgo, pertene­ciente al grupo de los amigos de Goethe en Francfort, la destinaba al principio sólo a la lectura, pero luego, sacrificando el pri­mer acto demasiado audaz y excesivamente verista, efectuó él mismo un arreglo para la representación que tuvo efecto con el título de Eva Humbrecht o ¡Madres, fijaos! [Eveten Humbrecht oder – Jah Mütter, merkl’s euch]. En el primer acto, que acontece en una casa tan hospitalaria como equívoca, asistimos a la seducción de Eva Humbrecht, ingenua hija de un buen carnicero y de una madre ambiciosa y atolondrada, llevada a cabo por von Groningseck, un oficialillo no­ble, alojado en su casa, que ha convencido a las dos mujeres para que vayan con él a un baile, en lugar de lo cual las ha llevado a esa posada y luego ha dado a la madre un innocuo soporífero para lograr sus fines. El segundo acto es la vivaz repre­sentación del ambiente pequeño burgués de la casa de Humbrecht, donde la torpe, pero recta intransigencia paterna, está en oposi­ción a la ciega indulgencia de la madre. El tercer acto, nos hace conocer mejor al seductor, nada cínico y convencido de ha­ber ofendido a una santa criatura y pronto a reparar la ofensa casándose con ella, y, junto a él, al pérfido instigador, al teniente von Hasenpoth, al amigo que urdió el plan y proveyó al seductor del soporífero para la madre.

Un tercer colega, el comandante Lidsthal, completa el cuadro de vida disi­pada y viciosa de los oficiales. En el cuarto acto, estamos de nuevo en casa de Hum­brecht, donde von Groningseck jura a Eva que sólo se va para ordenar sus asuntos familiares, pedir su retiro del ejército y vol­ver para casarse con ella. Pero en el quinto acto, una misiva falsificada del pérfido Ha­senpoth induce a Eva a la desesperación y hace precipitar la catástrofe. Eva huye de casa; el padre sabe por casualidad toda la verdad. El último acto, de una crudeza no inferior a la del primero, nos hace asistir al infanticidio de Eva, que traspasa con un alfiler la sien al recién nacido y, después del delito, canta una nana macabra mecien­do al cadáver. Demasiado tarde llega el se­ductor a explicar la intriga y a clamar «contra la infamia de los monstruos que, como Hasenpoth, siembran la ruina bajo la máscara de la amistad». Vienen los esbirros para llevarse a Eva, pero seguramente el arrepentido amante podrá conseguir el per­dón yendo a Versalles a impetrarlo. La no­toriedad de ésta obra, se debe sobre todo al hecho de que, según asegura el propio Goethe en sus memorias, le fue sugerida a Wagner por lo que Goethe fue contando a los amigos de Strasburgo y de Francfort acerca de su Fausto (v.), entonces en estado embrionario, sobre el episodio de Marga­rita. No se puede hablar por otra parte, más que de un indiscreto atrevimiento de Wagner para con su joven colega, no de plagio. Verdaderas afinidades, no existen entre ambas obras: el problema ético y so­cial del infanticidio era vivísimo en aquel tiempo y algunas coincidencias (el narcó­tico de la madre por ejemplo) proceden de fuentes comunes, en tanto que otros ele­mentos están tomados de Lenz. Ciertos ras­gos del carnicero Humbrecht reviven en la figura de Miller, el viejo padre, en Amor y engaño (v.).

L. Mazzucchetti