[A illustre casa de Ramires]. Es quizás la obra maestra de Eça de Queiroz (1845-1900), uno de los mejores novelistas portugueses. José María Ega de Queiroz la publicó en 1897, cuando su fama se había ya consolidado con otras grandes novelas, como La reliquia (v.) y El mandarín (v.). Es una obra impregnada de amor patrio, a pesar del humorismo y la sátira, a veces feroz, que alterna con la vigorosa evocación de las épocas heroicas del Portugal férreo, rígido y generoso. Así la novela aparece como el primero y más eficaz llamamiento al despertar de la conciencia nacional.
Gonzalo Mendes Ramires es el descendiente último de la ilustre casa, pero, aun sintiendo el orgullo de sus antepasados, no tiene su temple, y se pasa la vida entre la evocación de las hazañas de sus mayores en un relato histórico que se propone escribir y las transacciones, los expedientes, los cambalaches y las solicitudes a que se aviene para hacer algo práctico. Así, para ser diputado, fingiendo ignorar las relaciones adúlteras que existen entre su hermana y el gobernador de la región, en otro tiempo violentamente atacado por él en los diarios de la provincia, acepta y explota la protección de éste.
Pero un día, provocado una vez más por un valentón del lugar, y no pudiendo evitarlo como de costumbre, se enfrenta con él y lo pone en fuga, haciendo resurgir aquella energía que yacía aletargada en el fondo de su alma. Este acto de valor le reconquista la estima de sus paisanos, contentos de que el heredero de la antigua casa Ramires les haya librado de las vejaciones de aquel figurón. Pero la rebelión contra su instintiva cobardía le hace sentir también asco de la vida chismosa, egoísta, falsa y podrida, llena de intrigas, envidias, ambiciones y rivalidades de aquel mezquino ambiente campesino, vanidoso de su pasado de gloria, pero incapaz de conservar intacto el decoro y el honor; y se marcha a las colonias a ocuparse de agricultura y entregarse a una provechosa vida de acción que le temple de nuevo y vuelva a darle segura conciencia de su propia fuerza y de su propia dignidad.
Eça de Queiroz, que en las obras precedentes usa su fina ironía para burlarse de hombres, usos y costumbres de su tierra, como si no tuviese otro propósito que demoler, en ésta se sirve de ella como medio de reforma y reconstrucción. Esta evolución del arte depurado de Ega de Queiroz, que por otro lado nunca llegó a caer en el absoluto escepticismo, se fue cumpliendo lentamente bajo la influencia de los acontecimientos, especialmente del «ultimátum inglés», cuando Inglaterra, en 1890, amenazó a Portugal con la guerra si seguía alentando y favoreciendo los proyectos africanos del explorador Serpa Pinto. «Pero — observa Georges Le Gentil — Queiroz no censuraba sino porque amaba, y, aun cuando alaba, permanece invariablemente fiel a las convicciones de su juventud combativa». [Trad. española de Pedro González Blanco (Madrid, 1818 y Buenos Aires, 1941) varias veces reimpresa].
G. A. Magno