[L’illusión comique]. Comedia en cinco actos de Pierre Corneille (1606-1684), representada en París en 1636. Clindoro huyó hace años de su casa a causa de la excesiva severidad de su padre Primodante. Después de haberlo buscado en vano, el padre se dirige al mago Alcandro. Éste le revela que, luego de haber probado todos los oficios, su hijo es ahora criado bien pagado del espadachín Matamoros, y le promete hacérselo ver por arte de ‘ encantamiento, en su cueva. Y allí, en efecto, el viejo sigue las escenas, escucha los diálogos que se desarrollan lejos de él; el pícaro Clindoro se burla de las fanfarronadas de Matamoros, de su amor por Isabel, para el cual se finge intermediario, mientras en realidad trabaja para sí. Amenazado por el padre de Isabel, derrotado por Clindoro, el capitán ha de cederla a su criado. Se trata de una compañía de cómicos, pero Primodante no lo comprende, y mucho menos cuando ve a Clindoro e Isabel recitar una tragedia en la que el joven es muerto. Suspendido el encanto y desvanecida la visión, el padre se desespera, y el mago, para tranquilizarlo, le vuelve a mostrar a su hijo, el cual, una vez terminado su trabajo, cuenta los ingresos con sus cama- radas. Le queda al viejo el disgusto de que su hijo se haya hecho comediante; pero Alcandro vence su prejuicio haciendo un elogio del teatro, deleite de los mejores espíritus, y para el cual se honran en escribir los más bellos ingenios. Extraña y amenísima obra, caprichosa y fantástica, en la cual Corneille — en vísperas del Cid — despliega su brío resplandeciente, con una libertad que recuerda, además de los autores españoles, a Shakespeare. El teatro dentro del teatro, la defensa del arte escénico, atisbos de comedia españolizante, de parodia trágica, hacen de ella un gustoso «divertimento», un original producto de aquellas vísperas clásicas francesas, en torno al 1630, que tanto tenían de libertad, fantasía y prerromanticismo.
V. Lugli
Comeille figura en la conciencia común como un autor de tragedias que, después de vivir a su antojo durante algún tiempo, se entregó dos o tres veces a amables diversiones pero de no mucho valor. (Schlumberger)