La Huella de Dios, Maxence Van der Meersch

[L’empremte du Dieu]. Novela de Maxence Van der Meersch (1907-1951), escrita en 1936. Sobre el fondo de un cuadro flamenco bordado con realismo y amor por el autor, destacan los personajes cuyo destino trágico se prepara: Karlina, la pequeña aldeana que ha crecido en la at­mósfera primitiva y ruda de la granja de Flandes; su tía Wilfrida, que se crió en el mismo ambiente; pero a quien un día vino a buscar el escritor Van Bergen para hacerla su esposa. Karlina era entonces una niña, pero los años no han podido hacerle olvidar que el «tío» le prometió darle «felicidad a manos llenas»; aquel tío maravilloso que le abrió las puertas del reino de la imagina­ción y transformó en reales «las cosas que no existen». Bergen y Wilfrida, durante una breve estancia en la granja, renuevan su promesa, luego vuelven a su vida amasada con trabajo y con amor.

Tan sólo una nube ensombrece su felicidad; no han logrado tener un hijo. La pequeña Karlina recordará la promesa cuando quiere huir de un ma­rido borracho y brutal, Gomar t’Joens. Sus tíos la acogen con los brazos abiertos y la llevan consigo a un pequeño puerto. Un día Karlina huye. Cuando Bergen la encuentra de nuevo, ella declara que le ama. El desti­no sigue su curso; Van Bergen ama a su es­posa con amor total y necesario, y sin em­bargo encuentra una felicidad inesperada en el amor de la joven. Señalada por la huella de Dios, Karlina dará a Bergen la inmortali­dad que él deseaba: un hijo. Gomar mata a Bergen, y Karlina trabaja duramente para criar al pequeño Domitienne. Pero un día Wilfrida, consciente de «obedecer la última voluntad del difunto», decide ocuparse se­cretamente del niño, y cuando más tarde Karlina vuelve a encontrar a Wilfrida tiene la impresión de ver venir hacia ella la ima­gen viviente del perdón.

Si algo misterioso se desprende de los personajes se debe a que sus reacciones parecen dictadas por su subconsciente, y es posible, incluso, que ellos mismo se sorprendan de sus propios actos. Como contraste, el medio ambiente en que se desenvuelven está descrito con absoluta fidelidad y de él se desprende cierta gran­deza. El relato se desarrolla con lentitud, pues el autor ha querido introducir en su novela precisas descripciones del país fla­menco y de sus costumbres.