La Hucha, Eugène Labiche

[La Cagnotte]. Comedia «vaudeville» en cinco actos, de Eugène Labiche (1815-1888), representada en Paris en 1864. La acción comienza junto a una mesa de juego, en un salón provinciano, en la Ferté-sous-Jouarre, donde algunos pací­ficos burgueses, durante innumerables tar­des, terminan su jornada con la consabida partida. Acostumbran a poner unos céntimos en una hucha cada vez que un jugador al­canza la puntuación más alta. Al cabo de un año, la suma depositada se gastará en beneficio de los propios jugadores. Estamos en la tarde decisiva: ¿Cómo gastar mejor la modesta suma? Los deseos oscilan entre una apetitosa cena y un viajecito a París. Esta última propuesta es la que prevalece. La estancia en la capital es causa de incidentes desagradables, con tales complicaciones que el grupo termina en la comisaría, de la cual, empero, logra escapar. A tantas aventuras hay que añadir la tentativa de matrimonio entre dos de los personajes, matrimonio preparado por una agencia, y que se deshace apenas los interesados, citados en un lugar y sin conocerse, se encuentran con la sor­presa de que son antiguos conocidos, mien­tras cada uno esperaba quien sabe que magnífico encuentro. Después de algunas peripecias, los provincianos, obligados a pasar una noche en blanco por hallarse sin un céntimo, hallan quien salva la situación honorablemente para todos.

La comedia es agradable, sin abandonar nunca el tono de sana alegría no exenta de donaire. Es la broma de una fantasía fértil en hallazgos bufos y que parece divertirse con el propio juego de sus personajes. No falta tampoco algún certero toque de costumbres provin­cianas, lo que da a la ficción una leve impresión de realidad. Cleto Arrighi tomó de ella su Barchett de Bogadora, escrito en milanés.

A. Bruzzi

…A veces la caricatura se difumina, se afina en un gracioso cuadro de costumbres como en… La Cagnotte. Sin llegar a tonos de moralista, sin utilizar palabras duras o amargas, el buen Labiche nos da muy a menudo la inquietante sensación de que aquellos imbéciles, aquellos aturdidos, aque­llos bebedores que tanto nos divierten, no están muy lejanos de cada uno de nosotros. (Lanson)

Se ha apreciado y se aprecia todavía en él a un caricaturista moralista, verdadero contemporáneo de Daumier y de Gavami, y su teatro parece un álbum animado e in­agotable de «siluetas» pequeñoburguesas. (Thibaudet)