La Historia del Soldado, Igor Strawinsky

[L’histoire du soldat]. Obra de Igor Strawinsky (n. en 1882), siguiendo un texto de Charles- Ferdinand Ramuz( 1878-1947). Compuesta en 1913 fue estrenada el 29 de septiembre de 1918, en el Teatro de Lausanne.  La idea de esta obra se la sugirió a los autores la cir­cunstancia especialmente triste de la vida europea durante el último año de la guerra. Así pensaron crear un espectáculo musical de fácil realización, de manera que actores y decorados pudieran fácilmente, con un par de camiones, trasladarse de ciudad en ciudad. En este aspecto el proyecto fracasó por completo. En cambio, quedó como una obra de singular valor artístico, tanto desde el punto de vista exclusivamente musical como teatral. A ambos lados de la escena, y un poco adelante, hay dos tablados en for­ma de tambor en los que se colocan en uno los músicos y en el otro el Lector.

La obra se desarrolla casi totalmente narrada por el Lector. La narración está constante­mente interrumpida por escenas mudas o habladas o de danza que constituyen como una suerte de ilustración. El Lector, ade­más de narrar los hechos, en algún momento se transforma en la conciencia del Soldado. Así, pues, en un momento dado, durante una partida de cartas del Soldado con el Diablo, el Lector entabla coloquio con él dándole sugerencias, a las que alguna vez responde. La música, a su vez, compuesta por pequeños fragmentos, por lo general en forma cerrada (marcha, tango, vals, «ragtime»), ilustra la historia, que algunas veces se desarrolla a escena abierta y otras a es­cena cerrada.

Un soldado regresa a su tierra con licencia, se para en el camino y saca de su equipaje sus cosas, entre las que hay un violín de poco precio. En esto aparece el Diablo, disfrazado de viejo señor, que le propone cambiarle el violín por un libro mágico con el que podrá conocer el futuro y, por tanto, ganar cuanto querrá y llegar a ser poderoso. El Soldado acepta, pero el Diablo le pone una condición: que perma­nezca con él dos días para enseñarle a tocar el violín. Al tercer día el Soldado llega a su tierra. Allí nadie le recuerda y todos huyen de él. Reconoce a su prometida en la madre de un niño. Aquel tunante le ha engañado: no han pasado dos días, sino dos años. No le queda sino sacar partido del libro. Llega el Soldado a ser riquísimo. Po­see todo cuanto se puede comprar con di­nero; pero solamente con el dinero. Mas con él no se obtiene el amor. En un instante de desesperación rompe el libro en cien pedazos e inicia una vida errabunda. Lle­ga a un lugar, la hija de cuyo Rey está en­ferma. Éste ha prometido casarla con el que sepa curarla. ¿Por qué no intentarlo? El Soldado se dirige al palacio real. Al día si­guiente será recibido. Pero mientras espe­ra, en un salón, encuentra al Diablo con el violín. Sólo la música puede curar a la Princesa y el milagro lo hará él, el Diablo. En aquel momento la conciencia — que aquí se identifica con el Lector — sugiere al Sol­dado una estratagema. Juega una partida de cartas con el Diablo y permite que éste le gane todo su dinero.

Pobre de nuevo, quedará libre del influjo maligno del Dia­blo y podrá volver a tener el violín. El Diablo es vencido con sus propias armas. Después de la partida, en la que el Solda­do pierde hasta el último céntimo, algunas copas de vino abaten definitivamente al Diablo, que acaba por dormirse. Ya en posesión del violín, el Soldado cura a la Prin­cesa y se casa con ella. Comparece de nue­vo el Diablo: «De momento todo va bien, pero el reino no es muy grande. Quien tras­pase las fronteras caerá en mi poder.» No se debe intentar juntar a lo que se poseía lo que se posee. Una felicidad es toda la felicidad. Dos es como si no existieran. Pero el Soldado decide ir a burear a su ma­dre más allá de la frontera y traerla consi­go. En el frontera aparece el Diablo con el violín en la mano, y el son arrastra al Sol­dado. La batería, sola, en los últimos com­pases, acompaña el horrible paso del Diablo, que se aleja con el Soldado. Desde el punto de vista estrictamente musical, la Historia del soldado señala una etapa decisiva en el arte de Strawinsky, por su extrema y casi epigramática concisión, que a partir de este momento será ya uno de los aspectos más característicos de su música. Por lo que respecta al significado más profundo del arte de Strawinsky, esta obra representa la clara enunciación del conflicto cristiano entre el bien y el mal, y en sus variados planteamientos se puede entrever el resorte interior que ha determinado hasta ahora la música del maestro ruso.

A. Mantelli