La Granja de los Animales, George Orwell

[Ani­mal Farm]. Obra del escritor inglés George Orwell (1903-1950). «Mr. Jones, de la granja de la Propiedad, ya había pensado en ence­rrar a los animales al llegar la noche, pero la idea se le fue de la cabeza y dejó abiertas las portezuelas». Al amparo de la obscuri­dad, los animales se reúnen en torno al an­ciano verraco moribundo que les predica la revolución de los animales contra la ex­plotación humana. Dos jóvenes cerdos, Snowball y César, se ponen al frente de la cruzada y consiguen liberar la granja ahu­yentando a Mr. Jones, para organizar un régimen comunitario de trabajo y disfrute de bienes. En la victoria, duramente dispu­tada, se destaca particularmente César, por su valor en la única intervención que in­tentan los hombres y, después, en la edu­cación de los animales. Esto no impide que Snowball le oponga una sorda lucha de in­fluencia, hasta que finalmente logra expulsarlo con ayuda de una camada de masti­nes sublevados bajo cuerda por él; se ex­plica que Snowball siempre ha sido un traidor y un simpatizante de los hombres.

En vista de que el exilado sigue contando con amigos, se instaura un régimen de te­rror, que rápidamente se olvida de las be­llas promesas de los primeros días y falsi­fica los principios básicos. Por otra parte, los mismos animales van olvidándose pau­latinamente de lo que César les había en­señado y de lo que habían aprendido; pron­to ya no saben leer e incluso apenas pue­den proclamar los principios que el genio ambicioso y detallista de Snowball inventa para afianzarse en el poder. Los grandes y espectaculares trabajos del nuevo jefe fra­casan lamentablemente, sin que estos fraca­sos tengan otra consecuencia que un re­crudecimiento del régimen de terror. Na­turalmente, de vez en cuando algún miem­bro de la sufrida comunidad alza su voz de protesta en defensa de los principios de la revolución traicionada, pero inmediatamente los mastines se encargan de hacerle entrar en razón. Y, poco a poco, la casta de los verracos reemplaza a los hombres en la ex­plotación de los otros animales. Un día, a Snowball se le ocurre la feliz idea de co­merciar con las granjas vecinas ofreciéndoles, en provecho de los suyos, el trabajo de los animales «liberados». Finalmente, la vi­sita de los hombres a los verracos, a quie­nes felicitan por el «orden» que impera en la granja, a los verracos disfrazados, de hombres que se adiestran en andar sobre sus dos patas traseras, señala el triunfo de Snowball.

La alusión de este apólogo es bien manifiesta. Escrito entre 1943 y 1944, por la época en que G. Orwell trabajaba en la B.B.C. londinense, esta sátira, una de las más crueles y terribles que pueden leerse, se inserta en esa tradición inglesa que, pasando por More y Swift, busca vengarse de las desilusiones del presente refugiándose en el reino de la utopía.