Obra del historiador y político español Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899), publicada en Madrid en 1870. Es un libro propagandístico del partido democrático. «Este libro se escribió para defender los derechos individuales y el sufragio universal, cuando todos creían que los derechos individuales eran una logomaquia y el sufragio universal un sueño… Este libro, que era un ideal, es un comentario al título primero de nuestra Constitución». Pasa revista a la situación política de diversos países europeos, alude a los partidos españoles y lanza sus dardos contra el absolutismo. Con su estilo grandilocuente escribe del progresismo: «Nunca olvidaremos nosotros, los hijos del siglo XIX, tus grandes, tus preclaros servicios, antiguo partido progresista.
Ardía la Inquisición, sus hogueras .manchaban con su humo el pensamiento humano, cuando no lo consumían en sus llamas; alzaste tú la frente, hijo predilecto de la Revolución, y con tu aliento sobrehumano apagaste las hogueras y encendiste en el alma del hombre el fuego divino de la libertad». La tesis capital de la obra es esta: La ley del progreso es la libertad, y su fórmula la democracia : «el progreso tiene en cada época una fórmula que tiende a la libertad; la fórmula que sea más liberal es la más progresiva; la fórmula más liberal del siglo XIX es la democracia». Desde el siglo V, en que vienen los bárbaros del Norte, hasta el VIII, en que vienen los bárbaros del Sur, el progreso está en la Iglesia; desde el X al XII, en los municipios, en las cartas pueblas; del XIII al XVI, en los reyes; después, la fórmula del progreso es compleja y la resume la filosofía moderna, desde Descartes a Comte.
J. Regla