Obra del pensador mejicano Antonio Caso (1883- 1946), publicada en 1936, y que contribuyó, como gran parte del resto de su producción, a combatir la filosofía positivista mejicana y a difundir por las aulas las nuevas verdades. Integran este libro los cuatro ensayos siguientes: «La discusión del materialismo histórico», «El materialismo y los hechos psicológicos», «La cultura universitaria y el materialismo histórico», «La declinación de la cultura». El pensamiento de Caso, en orden a la tesis sustentada en esta obra, se concentra en las palabras siguientes, con las que finaliza el primero de los ensayos citados: «Marx se atrevió a poner a los pegasos de Platón y de Hegel el tosco freno de su ‘materialismo histórico; mas las nobles cabalgaduras mitológicas sienten ya que una mano interesada quería gobernarlas, y, conscientes de su raza, arrojan lejos de sí al jinete advenedizo que soñó domeñarlas, sin ser, como aquellos ilustres filósofos, morador del Olimpo. Así pasará siempre que algún materialista pretenda servirse del idealismo; porque la dialéctica es el método genuino del pensamiento puro, no la obra de quienes sustituyen a la justicia, la guerra, a la idea, la materia y al dúctil determinismo de la razón, la fatal coacción de la fuerza». La obra de Caso — según García Máynez — «debe considerarse comprendida dentro de la corriente espiritual que se conoce con el nombre de ‘filosofía de la vida, de la intuición y de la acción’. Filosofía de la vida: en cuanto enseña que es la existencia el valor supremo, ya que representa el supuesto para la realización de los más altos ideales. Filosofía de la intuición: en cuanto afirma que sólo la intuición nos pone en contacto inmediato con la realidad concreta. Filosofía de la acción, en cuanto sostiene que en el mundo estamos para obrar».
A. Millares Carlo
No hay una teoría, una afirmación o una duda que él, Caso, no haya hecho suyas siquiera un instante, para penetrarlas con aquel íntimo conocimiento que es el amor intelectual. La historia de la filosofía, él ha querido y sabido vivirla. Con tal experiencia de las ideas, y el vigor lógico que las organiza, su cátedra sería, más tarde, el orgullo de nuestro mundo universitario. Su elocuencia, su eficacia mental, su naturaleza irresistible lo convirtieron en el director público de la juventud. (A. Reyes)