Novela del escritor español Armando Palacio Valdés (1853-1938), publicada en 1892. Es una punzante sátira de la beatería. Un pobre huerfanito de Peñascosa, aldea de pescadores, es acogido y tutelado por unas generosas señoras, que le hacen educar en un seminario. Llegado a vicario de la aldea natal (cuyo ambiente de chismorreo continuo se describe con sutil humorismo y punzante ironía), el padre Gil se revela como un celoso sacerdote, admirado por todos e incluso suscita envidias entre el clero. Una joven penitente, Obdulia, hija del jorobado Osuna, muestra especial devoción por el joven sacerdote, que elige para su confesor, y le contagia sus manías religiosas. Animado de caridad, el Padre Gil quiere intentar la conversión de don Álvaro de Montesinos, un extraño tipo de viejo solitario, ateo, escéptico y pesimista. Pero a consecuencia de la lectura de los libros heréticos que don Álvaro le procura y de las conversaciones de éste, el Padre Gil, en lugar de convencer al ateo de las verdades cristianas, es preso de la duda y vacila su fe.
Obdulia, entre tanto, manifiesta al confesor su voluntad de entrar en un convento. El Padre Gil quisiera que ella obtuviera el consentimiento de su padre, pero Obdulia afirma que el padre, contrario a su voluntad, la maltrata y hasta le pega. Tras de muchas dudas, el Padre Gil, por fin, consiente en acompañar a la joven a un conocido convento. Durante el viaje, en el cuarto de una posada, Obdulia, fingiéndose enferma, abraza al Padre Gil, del que está secretamente enamorada. El sacerdote se desmaya en medio de la estancia; ella baja del lecho para socorrerlo, cuando de pronto llegan Osuna y un amigo. La escena que se ofrece a los ojos del padre no le deja lugar a dudas. La joven es llevada de nuevo a Peñascosa, donde la reputación del joven sacerdote queda comprometida para siempre. Obdulia, a la que el padre mantiene vigilada, una tarde, deseando ver al Padre Gil, se va de escondidas a su habitación, pero él, sin dirigirle la palabra, le cierra la puerta. Humillada y ofendida en su amor propio, la histérica muchacha acusa entonces al sacerdote de haberla seducido: Osuna entabla la querella y el Padre Gil es detenido y condenado. Desde aquel momento, comienza para él una nueva vida; ya no vive atormentado por la duda ni obsesionado por el sadismo, y alcanza finalmente la verdadera felicidad espiritual en el fervoroso amor de Dios.
Situada entre el naturalismo de Zola, al que trata de asemejarse por el gusto por los detalles patológicos, y el diletantismo del alma de la contemporánea Tais (v.) de Anatole France, la novela alcanza sus mejores páginas en un realismo cálido y pintoresco, que se inspira en tipos y caracteres y que se apoya en una larga tradición narrativa de origen español.
A. Manganiello