La Favorita, Gaetano Donizetti

[La Favorite] Ópera en cuatro actos de Gaetano Donizetti (1797- 1848), sobre el libreto francés de Alphonse Royer y Gustave Woéz, tomado del drama de Baculard d’Arnaud, Le comte de Comminges (1790). Fue estrenada en París en 1840; en Milán en 1843. Se representó tam­bién con los títulos de Daila, Leonor de Guzmán, Ricardo y Matilde. Alfonso XI, rey de Castilla, repudia a la hija de Balta­sar y toma como amante a Leonor de Guz­mán. Pero el hijo de Baltasar, Fernando, se enamora de Leonor, sin saber que es la amante del rey, y es correspondido. Des­pués de haber confiado sus sentimientos al padre, que deplora ásperamente el amor del hijo, sin decirle por otra parte la verdad, Fernando se dirige a la espléndida morada de su misteriosa amante, que le da un des­pacho real con el nombramiento de capitán, y él parte feliz para la guerra. Vuelve cu­bierto de gloria, y autorizado a pedir el premio que desee, pide la mano de Leonor. El rey, aunque profundamente enamorado de su favorita, se la cede, le colma de ho­nores y se celebra el matrimonio.

Leonor, que ha escrito la verdad a Fernando en un billete que no llegó a su poder, cree que él está al corriente de todo y se casa ben­diciendo su generosidad. Pero los cortesa­nos revelan su deshonor al marido, el cual se enfrenta con el rey, le devuelve merce­des y títulos, rompe la espada, y se retira al convento de que su padre es superior. También Leonor, destrozada por el sufri­miento, abandona el mundo retirándose al claustro. A la hora de la muerte la reúnen con Fernando, ella explica el caso, él la perdona y ella expira en sus brazos. La banalidad del libreto halla remedio gracias a una música digna de señalarse entre las mejores que Donizetti escribió. La inspi­ración es bastante fácil y adecuada a los sentimientos. Por el contrario, las ideas me­lódicas, tanto las principales como las se­cundarias, aparecen constantemente enri­quecidas con desarrollos, modulaciones, ela­boraciones y conclusiones que varían sin cesar. Cada fragmento resulta, por tanto, rico, sólido, denso y bien construido: el artista, en plena madurez, sabe sacar par­tido de una materia poco adecuada. Los tres primeros actos conceden demasiado a lo vulgar y convencional, pero el cuarto es una de las páginas más inspiradas de la mú­sica lírica del siglo XIX italiano.

E. M. Dufflocq