La Familia Selicke, Arno Holz

[Die Familie Selicke]. Drama en tres actos escrito por el alemán Arno Holz (1863-1929) y por Johannes Schlaf (1862-1941), bajo el pseu­dónimo de Bjarne P. Holmsen, representado el 7 de abril de 1890 en Berlín. Fué una de las obras programáticas del Naturalismo (v.). La acción ocurre en el transcurso de veinticuatro horas, en la tarde de Navidad, como en la Fiesta de la Paz (v.), obra coe­tánea de Hauptmann. El ambiente es el predilecto del Holz del Libro del tiempo (v.): una buhardilla de una gran ciudad. Slicke es un contable, hombre violento y borracho; su mujer está enferma de los nervios y se queja de la mañana a la noche. Florece un puro idilio entre Tonia, la hija mayor, y Wendt, pastor protestante, que, elegido párroco, desea casarse con ella. Eso sería el paraíso para la pequeña Tonia, pero precisamente aquella tarde muere Li- neta, la sobrinita que con sus grandes ojos febriles ocupa todo el primer acto. La muer­te de la niña no consigue restablecer la concordia en la familia. Ni siquiera sus pa­dres la lloran, antes bien se encierran nue­vamente en su propio egoísmo.

Tonia com­prende que ahora le toca a ella el custodiar la casa y familia, y la resignación se le convierte en un deber iluminado de gracia. Wendt lo comprende y se separa de ella: «La vida es bella aunque sea gravosa, cuan­do se sabe que pueden existir criaturas co­mo tú, Tonia», le dice al despedirse. Ella recomienza el fatigoso camino del ingrato deber cotidiano, que es el mismo camino recorrido por todos los infelices apresados en el engranaje de la vida. El lenguaje del drama conserva el tono popular con notas dialectales, alcanzando, en algunos frag­mentos, gran eficacia; el ambiente está des­crito minuciosamente en las acotaciones escénicas, que tienen tanta importancia en el diálogo que son casi el acompañamiento de la melodía. Acaso, más que una con­movida estampa de vida, se percibe hoy en la obra una especie de «técnica fotográfi­ca», según los preceptos de la estética de aquel tiempo. Y esto explica que el drama nos resulte ahora lejano y que no haya vuelto a ser representado. Pero, en la primera representación, el drama hizo época, precisamente por su «ejemplaridad» de es­tilo naturalista; y un poeta de la talla de Fontane, no dudó en escribir: «Tenemos verdaderamente tierra nueva delante de nosotros. Aquí los caminos se separan; por una parte, todo lo que es viejo, y por otra, lo nuevo».

G. F. Ajroldi