La Familia Schroffenstein, Heinrich von Kleist

[Die Familie Schroffenstein]. Drama en cinco ac­tos de Heinrich von Kleist (1777-1811), apa­recido en 1803, pero escrito el año anterior, durante la estancia de Kleist en Suiza, en una especie de competición con el hijo de Wieland. El argumento es de una calidad trágica complicada y estática, basado en una situación a lo Romeo y Julieta (v.), pero, en tanto que en el drama shakespeariano se destaca la delicadeza del trágico idilio, aquí, los amantes son personajes secunda­rios, siendo protagonistas los padres Schrof­fenstein, jefes de las dos ramas de la po­derosa familia que domina una región de Suabia. Un viejo pacto de familia estipula que, cuando una de las ramas de la fami­lia se extinga, el patrimonio entero debe pasar a la otra rama. El telón se alza ya en plena tragedia: un niño, hijo de Ruperto, ha sido hallado muerto en el bosque, y Silvestre, el jefe de la otra rama, es acu­sado de haberlo hecho asesinar, mientras éste acusa a su vez a Ruperto de haberle envenenado un hijo: Eustaquia, esposa de Ruperto, trata de calmar la sed de vengan­za de su marido, mientras Silvestre intenta aplacar las sospechas de su mujer, Gertru­dis: de modo que las cuatro figuras de los padres son, simétricamente, crueles y sospechosas, o generosas y buenas.

Pero Otocar, hijo de Ruperto, ama perdidamente a Inés, la dulce hija de Silvestre, y resuelve casarse con ella a pesar de la enemistad de sus padres. Se encuentran de noche en una gruta, donde los sorprenden los sicarios de Ruperto. Otocar, para salvar a Inés, cambia los vestidos con ella y es muerto por su propio padre, en tanto que Silvestre mata a su propia hija. Los viejos se reconcilian después de la catástrofe, tras de haber des­cubierto lo infundado de las sospechas que por una y otra parte han conducido al trá­gico fin. El exceso de dramatismo hace gro­tesco el quinto acto; Zehokke asegura en su biografía que cuando Kleist leyó el dra­ma a sus amigos de Berna, terminó él mismo riendo. Quiso, sin embargo, publicarlo, ocultándose bajo el anónimo, pero no obtuvo mucho éxito; esta obra juvenil fue considerada como una promesa, sobre todo en la escena del idilio de la gruta, escrita anteriormente y en torno a la cual se había formado el drama. Encontramos esparcidos aquí y allá conocidos motivos del mundo romántico: la bruja, la angustia, la cruel­dad del destino, y hasta la locura que apa­rece en Juan, el bastardo de Ruperto, agra­vando el sentimiento de angustia y terror. Un desequilibrio de construcción entre los tres primeros actos, artística y lógicamente bien estructurados, y los dos últimos, sobre todo el quinto, confieren, según la opinión de Proelss, un «algo de oprimente y peno­so» a todo el drama.

G. F. Ajroldi