La Familia Golovlev o también Los Señores Golovlév (pronunciado Golovljóv), Michail Evgrafovic Saltykov-Scedrin

[Gospoda Golovlevy]. Novela del autor ru­so Michail Evgrafovic Saltykov-Scedrin (1826-1889), publicada en 1873-1874. Es, sin duda, el más negro cuadro de costumbres de la literatura mundial, de una grandiosi­dad shakespeariana en el campo del horror. Tiene como fondo la servidumbre de la gle­ba, considerada en sus consecuencias tras las reformas de 1861, que no obtuvieron los resultados esperados y, a la larga, fueron más perjudiciales que beneficiosas. La no­vela transcurre después de la abolición de la servidumbre, y nos presenta la ruina gra­dual, pero definitiva, de una antigua familia noble, en la que todo es corrupción. Las tres cualidades que los Golovlév se trans­miten de generación en generación son: la ociosidad, la incapacidad para el trabajo y la embriaguez. Estamos muy lejos del ocio idílico del Oblomov (v.) de Goncharov. En el último retoño de la familia, Porfirio, al que los propios hermanos llaman Juduska (diminutivo de Judas), estas cualidades al­canzan el límite máximo. De sus dos hermanos, uno se da a la bebida y muere, el otro se vuelve casi loco. Juduska se pre­ocupa sobre todo de acaparar para sí todo el patrimonio familiar.

Tiene dos hijos, uno de los cuales ha sido desheredado por haber contraído un matrimonio de amor y luego se suicida; el otro ha sufrido pérdidas en el juego, pide en vano ayuda a su padre, se convierte en un degradado, es condenado a trabajos forzados y muere en el hospital del presidio. Juduska tiene una amante a la que convierte en ama de llaves de la casa, y de la cual tiene un hijo que manda a la Inclusa. Forman también parte de la fa­milia dos sobrinas de Juduska, que, al encontrarse sin recursos, se hacen actrices de provincia; una se envenena, la otra busca refugio en la casa de su tío. Éste le propone que sea su amante; ella rehúsa, huye, pero termina volviendo, cuando ya ha desapa­recido su belleza. Y entonces se convierte en compañera de orgías de su tío. En este punto alcanza la novela todo su «pathos»: ella logra despertar el remordimiento en el alma de Juduska, y más tarde un sen­timiento de expiación que se concreta en el suicidio de él sobre la tumba de su ma­dre. La conclusión tiende evidentemente a demostrar que también el monstruo tenía conciencia, «encerrada y olvidada dentro de sí», según la expresión de Saltykov, y que por eso había dejado, al menos hasta un momento determinado, «la activa sensibi­lidad que inevitablemente recuerda al hom­bre que la conciencia existe». [Trad. de Fabricio Valserra con el título Los Golovleff (Barcelona, 1946)].

E. Lo Gatto