La Familia de Alvareda, Fernán Caballero

Novela de Fernán Caballero (pseudónimo de la es­critora española de origen germánico Ce­cilia Böhl de Faber y Larrea, 1796-1877). Esta novela, escrita primero en alemán y traducida luego al español por la propia autora, se publicó en 1856 y corresponde a la serie de «novelas de costumbres» que por lo general se desarrollan en ambiente popular andaluz y representan el esfuerzo hecho por Fernán Caballero por libertar a la literatura española del exotismo en boga en su tiempo, inspirándose en los tipos más genuinos de la ciudad y del campo anda­luces. La trama de la novela está tomada de la narración de un crimen, algunos de cuyos detalles la escritora presenta como realmente acaecidos. En el pueblo de Dos Hermanas, perdido entre olivos a dos leguas de Sevilla, vive la familia Alvareda, pobre gente de corazón puro: Ana, su hijo Pe­rico, fuerte y laborioso, y su hija Elvira, en cuyo semblante una enfermedad infantil ha impreso una palidez y una expresión de calma resignada que le prestan singular atractivo. Desde la infancia, Elvira ha sen­tido el amor de Ventura, el apuesto y so­berbio hijo de su vecino D. Pedro. Frente a la casa de los Alvareda, está la vivienda de María, mujer simple y cándida a la que le ha faltado vigor suficiente para corregir el carácter áspero y rebelde de su hija Rita, a quien ama Perico.

Se celebran las bodas de Elvira y Ventura; pero durante la ceremonia, un grito de alarma conmueve al pueblo: los franceses (estamos en 1810) marchan hacia Cádiz una vez ocupada Se­villa. Un soldado francés entra en la casa de Pedro e injuria al viejo; Ventura le mata y arroja el cadáver a un pozo; luego huye. Pasan seis años, durante los cuales Ventura es llorado como muerto, en tanto Rita y Perico viven felices como esposos. De pronto, vuelve Ventura, tras de muchas peripecias. Corrompido por la vida militar, no duda en cortejar a Rita, hasta que un día Perico, al sorprenderlo con ella en una sala de baile, lo mata. Al morir, Ventura confiesa su falta y perdona. Perico, entre­tanto, huye al monte, continuamente ator­mentado por los remordimientos, hasta que es recogido casi moribundo por Diego, un famoso bandido. Cuando se restablece, aun dándose cuenta de lo ignominioso de su modo de obrar, se agrega a la banda de Diego, y en un encuentro con la Guardia Civil, mata, sin saberlo, a un compañero de infancia y bienhechor suyo.

Al fin, la banda es cercada y presa. Perico camina al patíbulo, a la vista de su abatida mujer. En la vieja casa de los Alvareda, nadie sobrevive al tremendo dolor: el naranjo del patio se marchita y muere, y Melampo, el fidelísimo can de sensibilidad casi hu­mana, se deja morir de hambre. En toda la obra se hace patente la preocupación de la escritora de enseñar los deberes cristia­nos, sobre todo los de la caridad y el per­dón. Todos los personajes son piadosos y temerosos de Dios, hasta cuando se dan cuenta del mal que se hacen a sí mismos y a los demás. Hasta el bandido Diego, que no está concebido ni como un héroe ni como un monstruo, obra animado de puros sentimientos y de caridad cristiana. Aun hallándose fuera de las leyes humanas, tam­bién el bandido está dentro de la ley de Dios.

A. Manganiello