[L’école des maris]. Comedia en tres actos en verso representada en París el 24 de junio de 1665. Dos hermanos, Ergasío y Sganarello (v.), cuidan de dos hermanas huérfanas, Leonor e Isabel, cuyo padre se las confió al morir. Ergasto es bondadoso y permite una justa libertad a Leonor; Sganarello, aunque más joven, es atrabiliario y desconfiado, y guarda rígidamente a Isabel, para procurarse una esposa modelo.
De este modo consigue que le odie la joven, que ama a Valerio, y se lo hace saber por mediación del propio tutor, el cual, muy contento, transmite a Valerio las respuestas indignadas de Isabel cuyo verdadero sentido el joven sabe interpretar. Finalmente ella le hace creer que su hermana se ha enamorado de Valerio y que irá a verlo fingiendo ser Isabel. Sganarello se alegra mucho de que la libre educación dada por su hermano haya producido tal resultado, y lo llama para que presencie aquel espectáculo. Pero la que está en casa de Valerio y logra que el joven se case legalmente con ella, es Isabel. Leonor, que por generosidad de Ergasto puede disponer libremente de su mano, acepta a su buen tutor, el cual, a pesar de su edad, ha sabido conciliarse su afecto. La idea de oponer dos sistemas contrarios de educación está tomada de los Adelfos (v.) de Terencio, pero el elogio del sistema blando y humano frente al otro severo y antinatural, está en perfecto acuerdo con el sentir de Moliére. La victoria del hermano mayor está explicada por la íntima bondad que puede hacer atractiva hasta la vejez; con todo, la concepción más pesimista y dolorosa de la Escuela de las mujeres (v-), parece más profunda y verdadera.
La Escuela de los maridos no es todavía una obra maestra; pero renueva el antiguo tema (la estratagema de Isabel recuerda la novela tercera de la tercera jornada del Decamerón, v.) con vigor, penetrante conocimiento de los corazones, y sana filosofía.
V. Lugli
Su estilo es substancioso y sabroso, más cálido que fino, más colorista que puro, brusco en su manera de proceder, independiente de las reglas académicas y de las modas de los refinados… Su verso y su prosa están hechos para la recitación y no para la lectura. Los críticos no se han dado cuenta: han juzgado sus comedias como si fuesen libros. (Lanson)
La grandeza de Moliére es lo que es: una admirable observación moral que nutre de sí misma una no menos admirable comicidad y festividad. Pero nadie ha encontrado en él, entre tantas cosas deliciosas, el ensueño poético. (B. Croce)