[La disfatta]. Novela publicada en 1896 por Alfredo Oriani (1852- 1909), que al enviarla a Francesco Crispi la definía como «el más noble» de sus libros. El ambiente en que la narración se despliega es la casa de la condesa Ginevra, una dama de elevados sentimientos, que «pudo embriagarse de sí misma» en el amor de un hombre político digno de ella o en la admiración de la sociedad. Pero con el transcurso de los años el hombre amado queda desengañado y vencido. «Hundido en el egoísmo de su ambición no sentía ya las consoladoras delicadezas de aquella mujer». Y entonces, lentamente, todo acaba en una alternancia de ausencias y breves rupturas, en las cuales la condesa Ginevra se muestra admirable por su afecto y su abnegación. Con la muerte del hombre amado, comienza también para ella el ocaso, entre unos pocos amigos, que la acompañan en su incipiente vejez. Entre ellos se distingue la figura del profesor De Nittis, mente elevadísima y alma nobilísima, en el cual Oriani se propone recordar a A. C. De Meis.
Pero la superioridad moral nada puede contra el cambio de las cosas: los amigos se dispersan, se encierran en sí mismos, no tienen ya nada que decirse; la enfermedad y la muerte asoman entre ellos. En aquella soledad, la condesa Ginevra parece hallar una especie de maternidad en su afecto por su sobrina Bice, a quien ha acogido en su casa desde su más tierna edad, criatura delicada, a quien ha educado y todos sus viejos amigos han adorado. La muchacha parece un día enamorarse de un primo suyo con el cual se promete; pero aquel joven no es digno de ella. La desilusión que experimenta, la amargura y la humillación ante el mundo, le ofrecen otro amor más verdadero y profundo: el amor por el profesor De Nittis. Éste, que es mucho mayor que ella, resiste en vano a la pasión que se apodera de él. El matrimonio que resulta de ello no es feliz porque el niño, «fruto de un amor que había sido como desquite de almas ebrias de su propia inmortalidad contra las leyes de la naturaleza», nace enfermizo y muere pronto. Con esta muerte todo termina entre los dos, con el terror de que su amor pueda conducir a la muerte a otro pequeño inocente. Bice acepta la castidad con la virtud de las primeras mujeres cristianas; pero no así De Nittis, que en un primer momento se rebela. Mas cuando se encuentra como un árbol desnudo, muerto su hijo, muertos sus amigos, sin haber conseguido la gloria, sin discípulos, el pensamiento de la muerte trae consigo el del misterio, y en la contemplación y la investigación aquel hombre recupera la finalidad de su existencia.
Esta novela, «tal vez la más rica en ideas con que cuenta la literatura italiana contemporánea», según Croce, no tiene la perfección de Vórtice (v.), ni el equilibrio de Celos (v.), ni la densidad de Holocausto. Giovanni Papini escribió: «Oriani ha descubierto con intención de artista, la tremenda ley que regula la vida de los mayores y de los pequeños: la llegada a la inutilidad. La tragedia que lleva Derrota es más grave que todos los dramas conyugales anatomizados por las literaturas: el de que la misma perfección conduce a la infelicidad. Cuando se escriba la historia de la novela italiana en el siglo pasado, el capítulo sobre Alfredo Oriani será largo; y el novelista será colocado en el puesto que le dan derecho a ocupar la profundidad de su talento y la fuerza de su arte».
M. Missiroli