La Comedia de las Equivocaciones, William Shakespeare

[The Comedy of Errors]. Comedia en cinco actos en verso y prosa de William Shakespeare (1564-1616), escrita probable­mente en 1591-92 y publicada en el infolio de 1623. Su fuente principal, directa o in­directa, son los Meneemos (v.) de Plauto, pero probablemente la escena primera del acto tercero está basada en el Anfitrión (v.). Se añade una intriga trágica, probablemente sugerida por la historia de Ápolonio, rey de Tiro, que Shakespeare debía usar más tarde para Pericles (v.). Se encuentran analogías, poco notables, con el Cuento del Caballero (v. Cuentos de Canterbury), de Geoffrey Chaucer (1340/45-1400) y la Arcadia (v.), de sir Philip Sidney (1554-1586). Mientras Plauto se contentaba con una pareja de ge­melos, Shakespeare, con barroca exuberan­cia, añade una segunda, multiplicando así las posibilidades de equívoco, pero aumen­tando también lo increíble de la intriga, que sólo puede encontrar justificación en el éxi­to de farsa de algún episodio. Habiendo Sira- cusa condenado a muerte a algunos merca­deres de Éfeso que no tenían dinero para el rescate, Éfeso adopta una medida similar en relación con los mercaderes siracusanos. Egeón (Aegeon), viejo mercader de Sira- cusa, es condenado a sufrir dicha suerte y explica al duque de Éfeso por qué se en­cuentra en la ciudad. Había tenido dos ge­melos de su mujer Emilia, exactamente idénticos y llamados igualmente Antífolo (Antipholus); dos esclavos, también gemelos y llamados cada uno Dromio, nacidos a la misma hora que los otros dos, fueron de­dicados a su servicio.

En un naufragio, Egeón, con el gemelo nacido en segundo lu­gar y con uno de los Dromios, se ve se­parado de su mujer con el otro hijo y el otro esclavo y no ha sabido nada más de ellos. Llegado a madurez el segundo de los gemelos, Antífolo de Siracusa, partió jun­to con su Dromio en busca de su hermano y de su madre. No se supo más de ellos, por lo que Egeón, durante cinco años, estuvo errando en su busca, y llegó a Éfeso. El duque, conmovido por el relato de Egeón, le da tiempo hasta la noche para encontrar el dinero del rescate. Precisamente en Éfeso se encuentra el primer nacido de los geme­los, Antífolo (Antífolo de Éfeso), con su Dromio (Dromio de Éfeso), salvados del naufragio: vivió allí muchísimo tiempo y se casó con Adriana. Y precisamente llegaron aquel mismo día Antífolo de Siracusa y Dro­mio de Siracusa. Cada gemelo conserva una perfecta semejanza con el otro. De ahí una serie de equivocaciones asombrosas. Dromio de Éfeso debe solicitar a Antífolo de Éfeso que vaya a su casa para comer y solicita en cambio a Antífolo de Siracusa; Adriana reclama sus derechos de mujer ante éste, mientras él experimenta mayor simpatía por su hermana Luciana. Dromio, que ha ido con él, es objeto de las desagradables solicitudes de la fregona de Adriana, mientras Dromio de Éfeso se encuentra más tarde, junto con su patrón, que le cierran la en­trada a su casa, pues se cree que ambos están ya dentro. La aventura se complica con el regalo de una cadena, la intervención de una cortesana, de los invitados, de un acreedor, hasta que Antífolo de Éfeso y su criado son atados como locos; Antífolo de Siracusa y su Dromio, tomados por los su­puestos locos evadidos, sufren una agresión y se refugian en un convento, cuya abadesa es precisamente Emilia, también salvada del naufragio, pero separada por los crueles ma­rineros de Corinto de los gemelos confiados a ella (y convertidos luego en Antífolo y Dromio de Éfeso).

Entretanto, llegado el término sin que Egeón haya encontrado el dinero del rescate, es conducido al supli­cio, acompañado por el duque. Se presenta al duque Antífolo de Éfeso que, habiendo roto las ataduras con los dientes, ha huido y pide justicia contra su mujer, que le ha dejado fuera de su casa y luego hecho atar como loco. Finalmente, la abadesa hace sa­lir del convento a la otra pareja y, puestos frente a frente, cada cual es reconocido co­mo lo que es. Egeón encuentra al mismo tiempo a su mujer y sus hijos y el duque le deja en libertad. Se ha querido ver en Adriana, mujer celosa y litigiosa, en cierto modo el retrato de Anne Hathaway, mujer de Shakespeare, y que el cuadro de la vida doméstica de su marido estuvo sacado de la experiencia del poeta. Pero aparte de esta curiosa suposición y algún rasgo có­mico o sentimental (la declaración de amor de Antífolo de Siracusa a Luciana), el dra­ma es uno de los menos atractivos de Sha­kespeare. Sin embargo, contiene tal cantidad de donaires y de situaciones grotescas que, aceptada la absurda premisa, no se advierte qué otra cosa mejor podía hacerse: en su tiempo debió de divertir al público como las actuales astracanadas. [Trad. de J. Armoldo Marqués (Barcelona, 1886); trad. de Luis Astrana Marín (Madrid, 1924), reim­presa en Obras completas].

M. Praz