Comedia de Manuel Tamayo y Baus (1829-1898), estrenada en el teatro del Príncipe, de Madrid (12 de mayo, 1856), haciendo el papel de Clara la famosa actriz Teodora Lamadrid. Se halla en tres actos, y el autor la llamó «drama», pero a pesar de que lo intenso del conflicto y el vaho de tragedia que envuelve las últimas escenas pudieran aproximar la obra a esta denominación, el desenlace feliz y el tono medio de la obra se avienen mejor al término que empleamos. Corresponde la obra al sector de Tamayo, que está aún en contacto con el romanticismo, especialmente en los momentos de angustia que anteceden al final; emplea el verso, forma no muy feliz para Tamayo, lo que hace que la calidad externa de la obra se balancee entre lo vulgar y cursi o el efectismo que anuncia a Echegaray. Trata el problema del daño que producen los celos infundados, que constituyen, basados en nonadas, a la larga «la bola de nieve» enorme que todo lo atropella. La obra es esencialmente costumbrista, y dentro de su medio psicológico social supera alguna otra obra de Tamayo como Lo positivo (v.), aunque queda por bajo de las más finas comedias en verso de López de Ayala, que era mucho más poeta. Con todo, revela un gran talento escénico y su éxito de época fue rotundo y duradero. Entre los ocho únicos personajes de la obra destacan Clara y María, en los femeninos, y Fernando y Luis, en los de hombre. Uno de los elementos dramáticos que se esgrimen es el honor, que Fernando defiende, en María, contra la calumnia generalizada en el ambiente, y el tema del desafío, que será básico en el poderoso drama del mismo Lances de honor. Ya aquí asoma la sátira: «Pues entonces, necio, di: ¿de qué ha servido ese duelo?».
A. Valbuena Prat