La Batalla de los Libros, Jonathan Swift

[The Battle of the Books]. Sátira en prosa de Jonathan Swift (1667-1745), escrita en 1697 y publicada en 1704. Sir William Temple, tomando por genuinas las epístolas de Falaris, las había elogiado grandemente en un ensayo sobre los méritos respectivos del saber antiguo y moderno (la controversia habíase originado en Francia entre Perrault y Fontenelle); de este modo se había gran­jeado los ataques de sir William Wotton y del famoso helenista Richard Bentley. Swift, huésped de Temple en Moor Park, se propuso defenderle de estos ataques. Tratando la cuestión con espíritu satírico, hace que la batalla se origine por la de­manda de los modernos de que los antiguos desalojen la más alta de las cumbres del Parnaso que hasta entonces habían ocupa­do. Los encargados de esta expulsión son los libros que defienden la causa de los modernos; pero antes del conflicto tiene lugar una controversia entre una araña que vive en un rincón de la librería y una abe­ja que ha quedado presa en la tela. Esopo Jervas: Jonathan Swift saca la moraleja: la araña es como los modernos que extraen de sus propias vísceras el material para hilar su ciencia, la abeja es como los antiguos que extraen de la na­turaleza su miel.

El comentario de Esopo da la señal para la batalla. Los libros for­man; Tasso, Milton y otros mandan la ca­ballería moderna; Descartes, Gassendi y Hobbes los arqueros; Guicciardini, Davila, Polidoro y Virgilio la infantería. La caba­llería pesada de los antiguos es dirigida por Homero; la ligera por Píndaro; la ingeniería es mandada por Euclides, los arqueros por Platón y Aristóteles, la infantería por Herodoto y Livio. Los modernos cuentan con la ayuda de Mono y de la maligna diosa Crítica. Durante la batalla Aristóteles lanza un dardo contra Bacon, pero hiere a Des­cartes. Virgilio tiene un cuerpo a cuerpo con su traductor Dryden; mientras el cor­cel de Virgilio avanza noblemente, el rocín de Dryden hace sonar estrepitosamente la armadura de su caballero que lleva un yel­mo nueve veces más grande que su cabeza. Los antiguos tienen en conjunto superio­ridad, pero hay una tregua y la conclusión queda en suspenso. Esta manera alegórica de dilucidar cuestiones literarias había sido iniciada, en Italia, por Traiano Boccalini con sus Avisos del Parnaso (v.).

M. Praz

Es un Sansón que, con un hueso en la mano, se abalanza sobre sus enemigos y los abate; no admiramos tanto la causa como la fuerza, la ira, el furor del campeón. Al igual de lo que les ocurre a los locos, ciertos temas le irritan y despiertan sus accesos de ira. (Thackeray)