La Abadesa de Castro, Stendhal

[L’abbesse de Castro], Obra narrativa de Stendhal (Henri Beyle, 1783-1842), publicada en Pa­rís en 1839. La edición original, además del relato que da título al volumen, compren­día «Vittoria Accoramboni, duquesa de Bracciano» [«Vittoria Accoramboni, duchesse de Bracciano»] y «Los Cenci» [«Les Cenci»]: los tres relatos habían ya apare­cido en la «Revue des Deux Mondes», de 1837 a 1839. Lector de antiguos manuscritos, Stendhal va buscando en la historia italia­na ejemplos de «energía», es decir, de apa­sionamiento y de instinto; en particular en lo que hace referencia al amor y las figuras femeninas, Italia ofrece a su huésped el tema de una reconstrucción ideal del Rena­cimiento, tan abundante en tipos y luchas. Típica y ejemplar, entre las que el autor fue soñando como «Crónicas italianas», según se llamaron en una recopilación pos­tuma, es «La Abadesa de Castro». Hacia 1528 Elena de Campireali, que tenía diecisiete años, de ilustre casa de la campiña romana, es cortejada por Giulio Branciforte, hijo de un bandolero del partido de los Colonna. El padre y el hermano de Elena tratan en una emboscada de matar a Giulio, pero éste es salvado por la joven, que admira su valor y muy pronto huye con él. En un duelo, Giulio, incitado por los soldados de su padre de los que muy pronto será jefe, se venga matando a Fabio, hermano de Elena, pero se ve obligado a alejarse del lugar. Entre tanto la muchacha es encerra­da en el convento de Castro, que está bajo la jurisdicción de su familia; en vano Giu­lio trata de raptarla.

Con muchos subterfu­gios la madre de Elena separa a los dos jóvenes, haciendo creer a Elena que Giulio ha muerto, pues, herido en la tentativa de rapto, había sido llevado lejos por los Co­lonna, y diciendo luego a Giulio que Elena es ya esposa de otro. Mientras, Giulio lleva a cabo, bajo nombre supuesto, en México, grandes empresas en los ejércitos españo­les. Elena se deja pronto arrastrar por la ambición y, picada contra otras damas huéspedes del convento, unos diez años más tarde, se hace nombrar abadesa de Castro. Pero, debido a una oscura pasión, Elena queda encinta y pronto es acosada y en­carcelada: la llegada de Giulio a Italia y la tentativa de salvar a la joven no condu­cen más que a una confesión verdade­ramente profunda y sincera de su amor: prefiere matarse antes que dejar de presentarse pura al amante como en el tiempo feliz de la adolescencia. «Vittoria Accoramboni, duquesa de Bracciano», re­presenta con oscuras tintas, entre pasiones y delitos, la vida de la célebre criatura que, esposa jovencísima de Francesco Peretti (so­brino del cardenal de Montalto, futuro Sixto V), enviudó muy pronto, pues die­ron muerte a su marido en una emboscada en 1580; cede entonces al amor de Paolo Giordano Orsini, duque de Bracciano, casándose con él, pero vuelve a quedar viu­da; poco más tarde, sin duda por razones de intereses, es misteriosamente asesinada en Venecia. Las páginas de Stendhal sacan de un tema ya muy ilustrado por novelistas y dramaturgos (particularmente por John Webster con El diablo blanco (v.), el tes­timonio de un admirador del apasionamien­to italiano por amores enlazados con accio­nes magnánimas y leales, que llevan hasta la sangre y la muerte. Del mismo modo que «Los Cenci», la sombría página de 1599, que había sido tan tratada por escritores y cro­nistas y encontrará nuevos desarrollos en pleno Romanticismo (v. Beatrice Cenci, de Guerrazzi), esta obra se considera como do­cumento de afectos instintivos y primige­nios, no estropeados por la hipocresía de la sociedad, sino ligados plenamente al va­lor, como decía Alfieri y repite Stendhal, de la «planta hombre».

Estos relatos italia­nos, que se fingen apenas traducidos y re­fundidos sobre antiguos manuscritos de biblioteca, representan bastante bien la ple­nitud de vida que, entre pasiones y amores, el escritor anheló siempre en Italia, desde la historia figurativa hasta la música y la sociedad. Sus «Crónicas» fueron soñadas en su riqueza nativa, antes aun de la elabo­ración sistemática y abstracta de las his­torias, y explican cómo la misma Cartuja de Parma (v.) llegó a ser su flor más pura y encantadora entre la Italia del Renaci­miento y la de la Restauración. Después de la muerte de Stendhal, siguiendo tam­bién un proyecto primitivo, el original de la «Abadesa de Castro» fue insertado, en 1855, entre las primeras «Oeuvres com­pletes», precisamente como Chroniques italiennes (añadiéndose en especial otras pá­ginas: «Vanina Vanini» y «Las tumbas de Corneto» [«Les tombeaux de Corneto»]), aparecidas respectivamente en la «Revue de Paris» de 1829 y en la «Revue des Deux Mondes» de 1853, y luego otra vez en un volumen de Chroniques et nouvelles en 1855, con exclusión de las «Tumbas de Corneto» y añadiendo «La duquesa de Palliano» [«La duchesse de Palliano»] y «San Francesco a Ripa» (aparecidas en la «Re­vue des Deux Mondes» de 1839 y 1853) y «El filtro» [«Le philtre»] (en la «Revue de Paris» de 1830). [Trad. española de H. Pérez de la Ossa (Madrid, sin fecha).]

C. Cordié