Juan Lorenzo, Antonio García Gutiérrez

Drama en cuatro actos en verso de Antonio García Gutiérrez (1813- 1884), estrenado en 1865 y publicado en Ma­drid en 1866 entre las Obras escogidas del autor. La acción, que se desarrolla en Valencia en 1519, gira alrededor de la figura de Juan Lorenzo, curtidor: éste siente la necesidad de levantar al pueblo contra los privilegios de los poderosos, y al mismo tiempo de educarlo para una nueva vida de civismo y trabajo. En este sueño, Juan Lo­renzo, que en su juventud había sido le­trado y aprendido el valor de la cultura, es favorecido primero por sus compañeros de trabajo y en general por el pueblo; pero poco a poco cae en desgracia bajo la acu­sación de haberse unido a los nobles.

La trama de la obra, que es a menudo fatigosa, hace resaltar en el protagonista otro aspecto de su figura, el de enamorado. Protege a Bernarda, a quien su madre había querido mucho, y siente afecto por ella. El conde de ***, que en virtud de sus privilegios se tiene per dueño de la ciudad, ha intentado raptar a la joven. Los valencianos, excita­dos por los trabajadores (entre los cuales está Guillén Sorolla, tejedor y aspirante a la mano de Bernarda) quieren hacer rápida justicia por el intentado ultraje a la joven. Contra ellos se declara primero la marquesa de Biar, hermana del conde, orgullosa de su noble origen. Pero Juan Lorenzo quiere reivindicar los derechos del «pueblo» y de­jar sentir la voz de la justicia (acto I). El tribunal de Valencia, que por derecho real hubiera debido decidir acerca de aquel rap­to, establece una multa en dinero por un delito que hubiera sido castigado con la muerte si se hubiese tratado de un raptor plebeyo: el pueblo se pone furioso y pide venganza, pero Juan Lorenzo sólo quiere justicia y muestra en sus palabras y actos que trata de justificar a nobles y a traba­jadores. ,Hasta la marquesa, antes altanera, pide ayuda a Bernarda, porque conoce su alma noble y pura. Entre tanto estalla un verdadero motín y los afiliados secretos se reúnen aclamando al curtidor por jefe de ellos. El conde se indigna por aquella rebe­lión.

Juan Lorenzo propone que vaya un delegado a hablar enérgicamente al rey Car­los I (el futuro emperador Carlos V) en Barcelona (acto II). Se muestra más franca la hostilidad entre Juan Lorenzo, místico soñador de una nueva era para el pueblo, y Guillén Sorolla, que sabe que Bernarda no lo ama, y se entera de la próxima boda de la joven con el curtidor. Por ello hace cuanto puede para desacreditar al revolucionario a los ojos del pueblo, y lo pinta como aliado del conde. Muchos plebeyos creen ver en el tejedor un mejor jefe, pero el rey opone la majestad de la ley a las reivindicaciones populares. Entonces los afi­liados piensan en revisar el proceso de ma­nera que se condene a muerte al conde. El noble, que a pesar de su orgullo ha obrado por amor hacia la hermosa joven, pide per­dón a Bernarda y le ofrece casarse con ella, pero el pueblo en el tribunal lo con­dena a la horca por raptor; y únicamente Bernarda, aduciendo compasivamente que había consentido el rapto, intenta salvar al conde de la muerte. Juan Lorenzo está orgulloso del acto efectuado por la joven que no ha vacilado en mancillar su honor (acto III). La acción, por lo demás, llega a su término. El conde, que ocultamente había buscado refugio en casa del curtidor, se aleja disfrazado, con su escudero. Éste es muerto, en vez del conde, por la muche­dumbre enfurecida, que incitada por Gui­llén Sorolla quiere matar a Juan Lorenzo; pero éste, lleno de dolor por su inútil lucha en defensa de los derechos de los humil­des, y de su purísimo afecto hacia Bernar­da, ha muerto poco antes en un arrebato místico. Todos deploran en su pérdida la tragedia de una vida y de un pueblo (acto IV).

Este drama, no siempre bien conducido de escena en escena, por el enredo de dis­cursos y acciones, muestra típicamente sus motivos románticos con su idealización de los personajes y sus luchas sociales.

C. Cordié