Juan de Mañara, Manuel y Antonio Machado

Drama en tres actos y en verso de Manuel (1874-1947) y Antonio Machado (1875-1939). La acción gira en torno a Juan de Mañara y Montiel, versión legendaria de la figura de don Juan (v.), el cual se define en estos términos: «Hacia el mar / mis horas ociosas llevo / de señorito andaluz/ rico, galán y torero,/alegre, porque lo dicen,/cazador que tira al vuelo/o al paso, no mal jinete,/buen bebedor y maestro/en el arte de pasar/la vida y matar el tiempo,/mimado de la fortuna/como estos campos me hicieron./No me duele ser quien soy/ni hay en mí remordimientos…».

Junto a Juan de Mañara, descreído y fácil a la aventura, se mueven dos mujeres: Elvira, hermosa y fría, puesta en la vida, de la que ha triunfado social y económicamente, por Mañara, y la prima de éste, Beatriz de Montiel, cuya vocación la lleva al claustro. El drama surge cuando los tres personajes, distantes entre sí, entran en contacto. Beatriz se enamora de su primo. Elvira, que acaba de asesinar a su esposo, solicita la protec­ción de Mañara, el cual la salva llevándo­sela consigo a París. Beatriz huye también a París (Acto I). El drama se agudiza: Ma­ñara pretende, inútilmente, salvar a Elvira de sí misma, de su impasible crueldad. El­vira se entrega a la policía. Beatriz, deses­perada, hiere a su primo para evitar que éste se declare cómplice del asesinato (Acto II). El acto tercero ha cambiado, por completo, de dirección: Mañara se ha ca­sado con Beatriz y se ha entregado, fervo­rosamente, a una vida de caridad, la cual ejerce, principalmente, entre el hampa de Sevilla. La leyenda le atribuye el entor­chado de santo. Elvira ha sido absuelta de su crimen, ya que, en el hecho concurrían ciertas circunstancias eximentes. Vive en «lejanas tierras/…honrada, respetada/y ad­mirada». De vez en cuando «pasa por Sevilla y deja/un rastro de beneficios/y caridades».

Beatriz se ha entregado, desesperadamente, al culto de su esposo. Elvira, impelida por el presentimiento de la próxima muerte de Mañara, aparece de nuevo en escena. La herida que Beatriz había hecho a su esposo, en París, y que nunca había llegado a cica­trizarse, acaba por matarlo. Las dos mujeres, en el mismo escenario del primer acto, aparecen completamente transformadas: la vida de Elvira se nos muestra solicitada por principios trascendentes y la de Beatriz por motivos específicamente humanos. Personajes secundarios de la obra son: Esteban Larios, pintor enamorado de Beatriz, a quien «le sobra la tierra./Mas no es el claus­tro, es la luna/quien lo llama»; don Gon­zalo de Montiel, padre de Beatriz; su her­mana doña Casilda y el sacerdote, don Gil, ambos personajes muy típicos de nuestra sociedad tradicional.