Jonás, Giacomo Carissimi

De la narración bíblica fue sacado el oratorio Jonás, de Giacomo Carissimi (1605- 1674). El texto repite en gran parte, tex­tualmente, los versículos latinos, aprove­chando todas sus posibilidades dialógicas; el «historiador» canta las partes narrativas, y no es siempre la misma voz, sino ora una soprano, ora un tenor, ora un bajo, y una vez hasta un coro a tres voces; en la rigurosa uniformidad estilística del oratorio, el alternarse de las voces es, en realidad, uno de los pocos efectos posibles. Jonás es un tenor; con voz de bajo habla una vez Dios al principio del oratorio; el resto de los diálogos está sostenido por el coro, com­puesto de marineros y navegantes. Una vas­ta descripción coral de la tempestad cons­tituye uno de los fragmentos más vigorosos de la obra. Conforme a las usanzas del ora­torio, la polifonía ha desaparecido casi por completo; las voces proceden casi exclusi­vamente por largos acordes consonantes, salvo en algunos sencillísimos complementos de elemental contrapunto. En la alternancia de un «allegro sostenuto» y de un «allegro agitato», el trozo halla una sólida y propia arquitectura formal, culminando en un ha­bilísimo movimiento rítmico allí donde los dos coros se alternan ascendiendo a cada compás con frases que se persiguen con prodigiosa justeza de acento: «nubes et nimbu/fluctus et turbines/grandines et fulgura/tonitrus et fulmina…».

Con análogo efecto de afanosa ascensión irrumpen — en el paso del coro de ocho a cuatro vo­ces — las imploraciones de los marineros: «Dii magni! Dii fortes! Dii coeli! Dii maris!». También aquí la propiedad de acento es el elemento esencial del buen resultado; la música envuelve las palabras, o, mejor todavía, parece que éstas sean emitidas de la única forma sonora que les era posible,, tanta es la exactitud de la dicción musical. La otra obra maestra del Jonás es la plega­ria del profeta desde el vientre de la ba­llena: arrepentimiento, aceptación de la voluntad divina. También aquí la música impone la sabia unidad de una ordenada arquitectura; dos elementos melódicos prin­cipales (el sublime «Justus es, Domine», y el confidente procedimiento rítmico de «Pla­care, Domine») se suceden con simetría, mientras hacia el final de la invocación se despliega una magnífica joya de dulce cantabilidad: («Bonum est oboedire mandatis tuis»). El resto del oratorio, esto es, las lar­gas partes conectivas de la narración, es expedido correctamente según el formulario acostumbrado melódico de la época, sobre el cual el tiempo ha hecho descender una sugestiva pátina arcaica; esto confiere al conjunto de la obra unidad de tono expre­sivo, haciendo de él una voz de férvida y sencilla devoción.

El Jonás es, entre los ora­torios de Carissimi, uno de ^os llamados históricos, en los cuales tiene mayor parte la narración extensa: esto precisamente im­pone al músico una continuidad casi mo­nótona de estilo narrativo, a diferencia de los oratorios en que se dan poderosos con­flictos de almas y de pasiones.

M. Mila