Jinetes Hacia el Mar, John Millington Synge

[Riders to the Sea]. Drama en un acto del escritor irlan­dés John Millington Synge (1871-1909), re­presentado en 1904.

La acción se desarrolla en una isla al oeste de Irlanda. Los habi­tantes del lugar viven del comercio de caballos, que son llevados por mar a las ferias de la isla mayor, a la cual, no pudiendo atracar las naves, llegan también a nado; de aquí el título. En una casa viven la vieja Maurya, sus dos hijas, Nora y Catalina, y Bartley, el único hijo superviviente; la anciana ha visto desaparecer, uno tras otro, a todos los varones de la familia, muer­tos en el mar. Del penúltimo hijo, Miguel, se han encontrado precisamente las ropas en el lejano norte, en el mar que lo ha engullido. Llega el momento en que Bartley debe hacerse a la mar,, y la madre, si bien ignora la muerte de Miguel, trata por todos los medios de impedírselo. Las jóvenes her­manas, por el contrario, saben la muerte de Miguel, pero saben también que «la vida de los jóvenes está en el mar» y no lo detienen. Bartley parte, y a Maurya se le aparece el espectro de Miguel, que le anun­cia con anticipación la muerte de su último hijo. Entonces Maurya evoca tristemente todas las muertes a las cuales ha asistido, y en particular la de su hijo Patch. La puerta de la casa se abre y, como en un tiempo le trajeron el cuerpo de Patch, le llevan ahora el de Bartley, seguido por hom­bres y mujeres del pueblo.

En este punto la tragedia llega a su catarsis: tantas muer­tes ha visto la anciana en su vida, que el pensamiento de que ésta es la última y que podrá, cuando el mar se agite por la borrasca y las otras madres velen intran­quilas, reposar, al fin, en paz, le sirve de consuelo: «Tendré ahora un gran reposo, y, ciertamente, ya era hora». Drama de vida primitiva, no vacía de afectos, pero atávica­mente habituada a la resignación, de gente para la cual la muerte en el mar es una de las tantas penas del vivir. Al acudir a sentimientos elementales, Synge nos da aquí lo que fue llamado (Marriott) el mayor drama en un acto de los tiempos modernos. «Como una sinfonía, no enseña ni prueba nada», dice el mismo autor. Su sentido trágico se consigue con simples palabras y con la austeridad popular que Synge afir­maba que obtenía usando solamente pa­labras oídas a los pescadores y a la gente del pueblo. Lenguaje éste que fue definido como una convención literaria, como un mosaico, porque el pueblo no puede hablar así, y menos en la simple grandeza de la desventura. El sentido de la fatalidad nace y se adensa en pocas escenas llenas de auténtica verdad poética. [Traducción de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez (Madrid, 1920)].

A. Camerino