Las investigaciones sobre los gases, del físico, naturalista y fisiólogo Felice Fontana (1730-1805), se compendian en los siguientes trabajos: Descripción y usos de algunos instrumentos para medir la salubridad del aire (Florencia, 1775), cuyos principales artículos son los siguientes: 1) «Importancia de publicar estos huevos instrumentos»; 2) «El aire, que se debería conocer más que los otros elementos, se conoce menos»; 3) «Priestley descubrió que el aire más sano se consume más que el aire nitroso». Sigue la descripción de sus instrumentos (el de la lámina III se encuentra incompleto en el Museo de instrumentos antiguos de Florencia). El escrito termina diciendo: «Con el tiempo se aprenderá a comprender el peligro que se corre por no respirar aire bueno… Utilidad inmediata y real para el público y para la medicina. Se podrán hasta predecir las epidemias».
Investigaciones sobre el aire fijo (Florencia, 1775). El punto de partida es el experimento de Priestley, a tenor del cual el agua acidulada al introducirse en ella aire puro, no contiene ni siquiera un átomo de ácido vitriólico. Fontana sostiene la insuficiencia del ácido del aire fijo para mostrarse en el agua, dada su escasez, y aduce sus experimentos. Refiriéndose a la experiencia de Priestley sobre la descomposición del aire natural por medio de la electricidad (v. Experimentos y observaciones sobre las diferentes especies de aire), demuestra que en el aire atmosférico puro y sano hay un principio de ácido volátil natural capaz de enrojecer el tornasol, y afirma: «El aire que respiramos es sano en tanto está unido íntimamente a su ácido natural, porque se observa que, separando aquel ácido por medio de una chispa eléctrica, el aire se convierte en malsano y mata», y termina: «Las investigaciones físicas realizadas con tanto éxito en estos últimos años por los filósofos, por mera curiosidad, sobre las diversas cualidades y sobre la índole del aire natural podrían resultar en breve de suma importancia, y parece que ya nos acercamos a una de las grandes épocas a las que la naturaleza lleva después de un lapso de siglos y que marca con algún gran descubrimiento para felicidad del género humano». En esto fue profeta: Lavoisier debía cambiar la dirección de la química; pero si ello fue para felicidad del género humano, es cosa que todavía no está demostrada.
Opúsculos científicos (Florencia, 1783), que comprenden: una «Carta al duque de Chaulnes en París sobre la respiración»; una «Carta al profesor Murray de Upsaía sobre las nuevas teorías suecas», en la que entra en polémica con Landriani; una «Nota sobre los resultados de diversos experimentos sobre la elasticidad de los fluidos aeriformes permanentes sobre el mercurio»; los «Principios generales sobre la fluidez y la solidez de los cuerpos», en la que vuelve sobre el aire puro, llamado «desflogisticado», acerca de cuya naturaleza nada se podía decidir, y del aire «flogisticado», también poco conocido; una «Carta al duque de Chaulnes sobre los termómetros y el calor»; una «Carta a M. Gibelin sobre un remedio contra el veneno de las víboras»; una «Carta a M. Durcet» sobre varios asuntos; un «Artículo en la carta al padre Fontana de Pavía, sobre la luz, la llama, el calor y el flogisto». En todas las investigaciones de Fontana, y particularmente en las que se refieren al gas, predomina la teoría del «flogisto»: mientras que el calor, tanto solar como terrestre, hace salir de las plantas aire flogisticado, el flogisto, a su vez, excluye de los cuerpos el- calor y no pasa a través del vidrio para vivificar las cales metálicas.
Las investigaciones de Fontana sobre el gas pueden considerarse fundamentales en el desenvolvimiento de la gasometría, a la que rindió una notable contribución técnica con la invención de una especie de «eudiómetro», con el descubrimiento del poder absorbente del carbón y con la tentativa de preparar industrialmente el hidrógeno con vapor acuoso y hierro candente. Estas investigaciones, a menudo ingeniosas y bien dispuestas, se resienten a veces, sin embargo, de la interpretación errada de las reacciones químicas. No obstante, tienen históricamente un valor de notable importancia, precisamente por reflejar las teorías de aquella época de transición entre la vieja y la nueva química.
P. Pagnini