Tratado de estética, cuyo objeto queda claramente expresado en el extenso título, escrito por el abate Esteban de Arteaga (1747-1799) y publicado en Madrid en 1789. Tras una breve introducción, en la que pondera la oscuridad que rodea al concepto de la Belleza y anuncia que él investigará su naturaleza por el examen de sus efectos, divide su obra en trece capítulos. Los temas de su estudio son la distinción entre la imitación y la copia; la naturaleza como susceptible de imitación por las artes y especialmente la naturaleza bella; los grados en la imitación de la belleza; la definición de la belleza ideal y su concreción en la poesía, en la pintura y escultura, en la música y en la pantomima; el ideal en las cosas morales, también como objeto de imitación; las causas de la tendencia del hombre hacia la belleza ideal; las ventajas de la imitación de lo ideal sobre la imitación servil y otras ideas de parecido tenor. Después de recoger diversos reparos contra lo que llama la belleza ideal, termina exponiendo su plan de una obra nueva sobre las artes de imitación.
Tiene gran importancia el libro por la anticipación de ideas que habían de triunfar en el siglo XIX. Desprecia a Aristóteles — a pesar de seguirlo en muchos puntos —, a los escolásticos y a los renacentistas para propugnar una filosofía fundada en la experiencia, al estilo de Locke, y estudiar atentamente a sus contemporáneos Voltaire, Montesquieu, Beccaria y Piattoli. En su sistema estético concede siempre la primacía al sentimiento y se coloca en un plano subjetivista. Escrito el libro durante su largo destierro en Italia, las preocupaciones de Arteaga se dirigen hacia la cultura italiana y francesa de su tiempo, demostrando un conocimiento muy elemental de los autores españoles. Sin embargo, cuando piensa y escribe se manifiesta como muy personal y original. Su prosa es elegante, sin caer en el abuso retórico propio de su tiempo.
L. Monreal