[Introduction á la méthode de Leonard da Vinci]. Escrito en 1894 para la «Nouvelle Revue» y publicado en 1895, este ensayo famoso fue como la revelación del raro y sutil ingenio literario de Paul Valéry (1871-1945).
Refleja fielmente el estado de ánimo de un joven que del estudio apasionado de los problemas de la creación poética y de las relaciones entre la técnica y la inspiración, según Mallarmé, ha llegado, siguiendo las huellas del Poe de Eureka (v.), a la idea de una íntima relación entre ciencia y poesía, y, apasionado por este difícil tema, señala en el genio de Leonardo da Vinci el ejemplo máximo de la perfecta unión de aquellas dos actividades espirituales que la «especialización» moderna considera independientes o incluso incompatibles. Como él mismo advirtió en una larga «Nota y digresión» escrita en 1919 para una nueva edición de este ensayo, Valéry vio en Leonardo un símbolo: «el personaje principal de aquella Comedia intelectual que todavía no ha encontrado su poeta»; y cifró en él todas sus aspiraciones. Por esto, en este ensayo, debemos ver sobre todo los temas más caros a Valéry, que formaron después el verdadero argumento de toda su obra en prosa y en verso: la idea del genio que puede alcanzar momentos de absoluta y universal clarividencia en los que sabe descubrir las necesarias relaciones «entre las cosas cuya ley de continuidad se nos escapa», de donde el paso a la «creación» o a la «invención» consistirá simplemente en llevar a cabo actos escrupulosamente premeditados y previamente definidos; y de ahí el mito, desarrollado luego en Eupalinos (v.), de la necesaria identidad entre ciencia y arte, en una región superior del espíritu a la que nuestro pensamiento y todas nuestras facultades deben fatalmente tender, sin poderla alcanzar más que en virtud de una especie de momentáneo milagro.
No falta el motivo de la «poesía pura», inasequible como el «conocimiento absoluto», pero que sigue siendo, como éste, una meta fatalmente vislumbrada de nuestra actividad, a la que debemos acercarnos con la mayor aproximación posible. Y se encuentran también, con juvenil suficiencia, resueltas afirmaciones sobre la incomunicabilidad del fantasma poético en su integridad, y sobre la necesidad de recurrir, en la realización de una obra de arte, a calculados expedientes en vista de un determinado efecto sobre un público dado. Todo esto no impide que se puedan también leer en estas páginas agudas observaciones, notaciones precisas y originales, sugestivas hipótesis sobre la naturaleza del genio de Leonardo, sobre el alma y sobre el carácter (cosas que se encuentran mejor, es cierto, en la «Nota» de 1919 que en el «Ensayo» de 1895). Pero la verdadera cualidad de esta obrita reside en el ya citado fervor espiritual de un pensamiento, ocasional y limitado, pero apasionado y genuino : testimonio de un ánimo más tentado por el secreto del acto creativo que por la obra lograda y conclusa; de un hombre que se ha construido su drama de la inteligencia, tan estricto cuanto profundamente sentido, y sabe sacar de él el fácil encanto de brillantes y superficiales disertaciones, pero también de persuasivos y patéticos acentos, que son llamamientos conmovedores a la parte más noble de nuestra humanidad. Esta Introducción fue luego constantemente reeditada junto con otros numerosos escritos críticos, a los que Valéry dio el título de Variedad (v.).
M. Bonfantini
En este mundo, en el cual no existe ningún ídolo juera de este obstinado rigor, el obstinado rigor que era la divisa de Leonardo de Vinci, el espíritu de Valéry se mueve con agilidad. (Du Bos)