[Intermezzo di rime]. Colección de versos de Gabriele D’Annunzio (1863-1938), publicada en 1883 (fecha editorial: 1884). En el rico primer período de la poesía de D’Annunzio se puede considerar como un «intermezzo», si no precisamente desorientado, por lo menos de búsqueda. Ha decaído, en efecto, la explosiva originalidad del Canto nuevo (v.), que arrollaba, asimilándoselos, a todos los modelos. El retumbante panegirista de la alegría animal de vivir, de momento cansado y desilusionado, «animal triste», no se encuentra a su gusto en el nuevo ambiente; como incierto sobre lo que le convenga a su alma actual, parece buscar en otros poetas, especialmente en Las flores del mal (v.), de Baudelaire, no sólo un motivo que dé el arranque a su propio contenido, sino las’ actitudes psicológicas con las que desarrolla su propensión inmotivada al canto, que, única de su antigua personalidad, continuará genuina.
Desde luego, esto hay que entenderlo con discreción, y no es una casualidad que los dos sonetos, de tono sensualmente desilusionado, sean mucho más auténticos que los dos poemas breves, en alejandrinos y en octavas, donde los idilios del Canto nuevo se extienden en una fluidez de relato cuyo modelo podría parecer el Stecchetti de Postuma (v.), a no ser por el decoro exquisitamente formal que pone el acento, no sobre el «pathos» efusivo, no sobre la sugestión de la materia, sino sobre el distanciamiento y la elegancia de la factura. Igualmente en los sonetos (donde sin embargo la materia está mucho más próxima al actual estado de espíritu del poeta), del mismo modo que el sentido del ejercicio métrico supera el canto efectivo, así el decoro parnasiano ennoblece lo que en sus sonetos juveniles remontaba a Stecchetti, pero comunica a las actitudes sentimentales una impasibilidad que impide el pudor y el estremecimiento del modelo baudeleriano. Por esto pudo encenderse sobre este libro una polémica, que llegó a ser famosa, sobre los límites de la decencia en él arte, teniendo razón tanto quien, como Chiarini, se molestaba por la crudeza de la materia sexual, como quien, al igual que Lodi, veía redimida la pornografía por el alejamiento parnasiano, por aquella impasibilidad.
Con el Intermezzo de rimas se iniciaba lo que fue durante muchos años la obsesión de D’Annunzio, especialmente en sus novelas: el esfuerzo de construir una poesía psicológica y sentimental, según la manera de los poetas analíticos, confesores de sí mismos, como los románticos extremos. Desde 1894 la colección se llamó tan sólo Intermezzo. En 1929 fue incluida, con Canto nuevo y las Elegías romanas (v.), en la edición nacional de las obras de D’Annunzio, con el título Mujeres y musas.
E. de Michelis
El Intermezzo tiene una gran importancia en la poesía de D’Annunzio, no solamente porque revela la primera verdadera turbación del poeta, sino también porque tiene una límpida tonalidad danunziana. (F. Flora)
Libro, en su mayor parte, de oratoria afrodisíaca, más bien que de arte. (L. Russo)