Son cerca de trescientas cincuenta inscripciones que valieron a Pietro Giordani (1774-1848) el título de más eminente epigrafista de Italia. Precisamente a principios del siglo pasado la epigrafía italiana empieza a disputar el campo a la epigrafía latina; y entre los que probaron su capacidad en el nuevo género, sobresalió Giordani. Escritor lento y muy consciente, el estilo lapidario se le adecuaba admirablemente, y llevó a cabo una verdadera obra de innovador. Giordani evitó la amplia contextura de las inscripciones latinas, los excesos ornamentales, las complacencias literarias y las exaltaciones vanas y ampulosas: aspiró a la sinceridad y a la verdad, y quiso que la inscripción consiguiese la expresión franca y noble de un impulso sincero de afecto y de admiración, más que un elogio genérico. Si muchas de sus inscripciones pueden hoy parecer desproporcionadas o hinchadas, será bueno advertir que Giordani hubo de someterse a las exigencias de los que se las encargaban. La inscripción de Giordani es, en general, mesurada, acompasada, más seca que ornada o complicada o redundante. Es difícil que penetre profunda o resueltamente, o deje inolvidables surcos en el corazón, o vibre de humano dolor o exaltación, pero es siempre digna y a menudo noble, y tiene un trazado nítido y firme. He aquí un ejemplo de inscripción elogiosa: «Cristóbal Colón: ¡Cuánto hiciste! ¡Cuánto padeciste! ¡Cuánto honraste lo que debiste despreciar/ el género humano!» (para un busto del gran navegante en Villa Puccini, Pistoya, 1827).
M. Sansone