Infierno, August Strindberg

[Enfer]. Escrito originaria­mente en francés con tan dantesco título, en 1897, este libro de August Strindberg (1849-1912) es un doloroso testimonio de los sufrimientos padecidos por el autor en los años que siguieron inmediatamente al di­vorcio (1894) de su segunda mujer, la pin­tora austríaca Frieda Uhl, con la que se había casado el año anterior. Estaba aque­jado de manía persecutoria (tara paranoica de la que sufría desde largo tiempo), agra­vada por fenómenos delirantes causados, al parecer, por el abuso del alcohol: por todas partes sentía la invisible presencia de ene­migos, de los que sospechaba, ora que lo quisieran encerrar en un manicomio, ora que lo quisieran matar con electricidad o con gas; muchas veces estuvo al borde del suicidio.

En un principio, la manía perse­cutoria le hizo sospechar de algunos amigos, un músico polaco y el notable pintor no­ruego E. Munch; más tarde, comenzó a creerse perseguido por fuerzas sobrenatura­les, sin encontrar alivio. Se dió entonces a leer libros de religión, y le impresionaron sobre todo las doctrinas budistas, el libro de Job y el de Jeremías; creyó entonces sufrir en expiación de sus pecados, primero de todos el de su orgullo, y purificarse por los sufrimientos. Esto, sin embargo, no le impedía ocuparse de la magia negra, bien por hallarse siempre oprimido por la an­gustia de caer en poder de sus presuntos enemigos, bien con la intención de librarse de ellos. Hubo momentos en los que no dudó que había adquirido tanta fuerza mágica como para poder matar a su arbitrio a cual­quiera. Viviendo en Austria, le proporciona­ron los Arcanos celestes (v.) del visionario sueco E. Swedenborg (1688-1772): le causa­ron una impresión enorme, porque en ellos le pareció hallar la explicación de sus sufri­mientos: ¿el infierno de Swedenborg no correspondía a su propia vida, y los sufri­mientos que le afligían no le inclinaban hacia la expiación y el arrepentimiento? En esta afanosa busca de un «ubi consistam», Strindberg hasta se aferró por un momento al catolicismo, la antigua forma religiosa de Europa entera, con la que todavía se podría realizar el ideal de los Estados Uni­dos europeos; y pensó en algún momento en retirarse a un convento. Habiendo por aquel entonces escrito contra la ciencia moderna, interpretó la muerte de algunos doctos como el efecto de la fuerza mágica que emanaba de él. Como se ve, el Infierno es la prueba de una enfermedad, cuyas manifestaciones vienen caprichosamente coloreadas por las más varias y casuales experiencias de un dilettante impulsivo y entusiasta como en la esfera intelectual lo fue siempre Strind­berg.

V. Santoli