[Das Weltbild der neuen Physik]. En este opúsculo de gran importancia y de una tan gran actualidad que ha tenido diez ediciones de 1929 a 1947, el físico alemán Max Planck (1858-1947), intenta trazar la historia de la evolución de las ideas referentes al Universo durante los veinte últimos años anteriores a su publicación.
Distingue el universo «real», cuya existencia es independiente del hombre y del que sólo podemos tener noticia por medio y a través de nuestras sensaciones, gracias a las cuales nosotros percibimos el segundo universo, el universo «sensible» y, finalmente, un tercer universo, distinto del universo real y del universo sensible, universo estudiado por los físicos, creación del espíritu humano sometida a progresos y transformaciones. El objeto de la física es doble: darse cuenta de la existencia y naturaleza del universo sensible y tender a conseguir un conocimiento completo del universo real, cuyo conocimiento perfecto es imposible. Planck expone las transformaciones sufridas por el universo de la física durante veinte años, en las cuales él ha tomado parte activa: después del desarrollo de la estructura atómica, han aparecido dos nuevas ideas que han ocasionado las grandes diferencias existentes entre la física «antigua» y la «moderna»: se trata del principio de la relatividad y la teoría de los quanta. El principio de la relatividad lleva a la fusión de las dos nociones de espacio y tiempo en un concepto unitario; la teoría de los quanta ha aportado la duda a una concepción del universo que parecía casi idealmente perfecta; consiste en la introducción de una nueva constante universal: el quantum de acción elemental.
Poco a poco se ha ido percibiendo que la teoría de los quanta llevaba no a una transformación total, sino a una profunda reconstrucción en el sentido de una generalización. Los grandes principios de conservación de la energía y de la cantidad de movimiento — signos manifiestos del universo real — se han confirmado plenamente, el segundo principio de la termodinámica se ha precisado. Al mismo tiempo, la relatividad se mostró seguro guía para la exploración del dominio de la teoría de los quanta. Después de haber expuesto las consecuencias de la ecuación en las derivadas parciales homogéneas de Schródinger, Planck demuestra que el movimiento más simple en la mecánica clásica es el de un punto, mientras que en la mecánica ondulatoria el movimiento más simple es el de una onda simplemente periódica. De esto se desprende que, como la posición, la cantidad de movimiento no puede ser determinada con precisión en la mecánica quántica. Planck llega a las relaciones de incertidumbre de Heisenberg, y, obligado a dar su opinión acerca de lo que se ha llamado la crisis de la física moderna, se muestra resueltamente determinista y piensa que «no hay, por el momento, ninguna razón para resignarse con el indeterminismo».
Para él, lo importante es plantear bien el problema, ya que no puede darse una respuesta determinada a una cuestión imposible o mal planteada. Demuestra que al considerar como determinadas en la mecánica ondulatoria las ondas materiales, mientras que en la mecánica clásica es la configuración lo que se considera determinado, se mantiene el determinismo. La conclusión del eminente físico es que la única garantía de los grandes triunfos futuros de la física se encuentra en un movimiento de cambios perpetuos entre la investigación teórica y el trabajo experimental, y que nuestro conocimiento del mundo real, que es un ideal inalcanzable, se halla, sin embargo, en constante progreso..