Narración en octavas de Tommaso Grossi (1790-1853), publicada en 1820. Ildegonda, hija del marqués Rolando Gualderano, ama, secretamente correspondida, al caballero Rizzardo Mezzafiore, y resiste a su padre, que trata de casarla, por intereses de familia, con el riquísimo y noble viudo Ermenegardo Falsabiglia, al propio tiempo que ha decidido dar por esposa a su hijo Rogiero la hija de Falsabiglia. La joven se ve así combatida por la voluntad de su padre y de su hermano, que le imponen la alternativa del matrimonio o el claustro, y por la voluntad de Rizzardo, que trata de llevársela consigo a Tierra Santa. Sorprendida por su hermano en coloquio con Rizzardo, que hiere al joven y huye, es encerrada en un convento. Mientras, Rogiero denuncia por hereje a Rizzardo, y éste, obligado a partir como cruzado con Federico II, consigue persuadir a Ildegonda que le siga, siendo sorprendidos de nuevo por Rogiero. Rizzardo es procesado como hereje e Ildegonda vuelve otra vez al claustro. La desesperación de la joven, a quien ya le parece ver a su amado condenado a las llamas eternas, se sosiega únicamente cuando se entera por el sacerdote que le ha asistido, de que Rizzardo ha muerto en paz con Dios. Y ella también muere tranquila en los brazos de la fiel Idelbene.
Admirada igualmente por clásicos y románticos, esta artificiosa narración que su mismo autor calificaba de «extravagante, loca, bestial y necia», agradó, entre otros a Manzoni y a Fauriel, quienes alabaron mucho la obra. Su éxito, debido quizás a la delicadeza con que está representada Ildegonda, en vida y en muerte, sólo fue superado por Marco Visconti (v.).
M. Maggi
No es una novela, es un romance; pero el romance debe ser breve; en un lienzo tan amplio la situación es siempre la misma, en medio de breves variaciones. (De Sanctis)