Ideas, Alain

[Idees]. Obra del filósofo y ensayista Alain (Émile Auguste Chartier, 1868- 1951). En el prefacio, Alain expone sus in­tenciones: profesor de filosofía, se propone despertar en los estudiantes el gusto por la filosofía. Desde hacía mucho tiempo deseaba escribir un tratado de filosofía; acumulando poco a poco las introducciones a los princi­pales sistemas filosóficos, llegó a escribirlo sin darse cuenta.

La obra comprende «once capítulos sobre Platón», una breve nota sobre Aristóteles, a quien el autor lamenta haber tratado en tan sólo unas líneas, pero dice «Hegel puede ocupar el lugar de Aris­tóteles, pues es el Aristóteles de los tiempos modernos»; tres largos estudios sobre Des­cartes, Hegel y Augusto Comte. Conviene completar esta exposición con algunos ca­pítulos consagrados a los filósofos en La historia de mis pensamientos y con una pequeña obra publicada aparte, las Cartas de Sergio Solmi sobre la filosofía de Kant. Ideas concluye con cuatro capítulos titula­dos: «Sociología de la Familia». Estos estu­dios ofrecen un giro muy particular: Alain, filósofo anti intelectualista, se esfuerza no sólo en separar el pensamiento del autor del comentario escolar que lo entorpece, sino también, y más aún, en olvidar todo aquello que se ha ‘dicho del autor que él estudia, a fin de volver a encontrar su obra en su prístina originalidad y de demostrar que ella constituye, ante todo y siempre, una guía del pensamiento. Le interesa, más que el sistema creado, su evolución espontánea y la actitud del filósofo frente a los proble­mas básicos.

De este modo, con frecuen­cia su libro llega a un muy sorprendente retrato y a una muy desconcertante inter­pretación de la obra, a causa de su incon­formismo. En Platón descubre un filósofo relativamente secreto, bastante reticente, que prefiere proceder por medio de alegorías y alusiones, porque en otro caso correría el riesgo de decir demasiado y decirlo mal, por haber llegado a percibir el fondo mismo del problema. Descartes, para él, es ante todo una «gran alma», un espíritu valiente, seguro y maravillosamente perspicaz. Pero Descartes, y más aún Platón, son los filósofos de la crítica del yo, y convienen a aquellos «que están en dificultad consigo mismos». Aristóteles, Hégel e incluso Leibnitz, son más bien naturalistas, buscan «la conciencia bajo sus apariencias y piensan el espíritu del mundo». En nueve breves capítulos, Alain nos propone a continuación un aná­lisis sin indulgencia, pero muy penetrante y comprensivo, de la filosofía hegeliana.

Los capítulos consagrados a Augusto Comte son un homenaje. Alain reconoce la influencia que el filósofo tuvo en su propio pensa­miento; no disimula su debilidad por él, admira su método y admira sobre todo la perspicacia y agudeza en los puntos de vista de Comte sobre la sociología, que él mismo creó. De este modo la obra concluye con un «Ensayo de una Sociología de la Familia», que se propone ser una aplicación de los principios de Comte: «En este ensayo he querido hacer ver… que un buen lector puede proponerse una tarea mucho más im­portante que la de explicar el sistema: la de inventar él mismo sobre el método del Maestro que se ha escogido». Se puede re­prochar a Alain la aparente arbitrariedad de algunos de sus juicios y el carácter per­sonal de la escala de valores que propone, pero no puede menos que alabarse la ex­trema oportunidad de sus interpretaciones y el vigor y originalidad de su plan, que le lleva a juzgar a los filósofos enfocando per­fectamente el corazón mismo de su pen­samiento.