[Idee einer Universalgeschichte von dem kosmopolitischen Standpunkt]. Obra de Immanuel Kant (1724-1804), publicada en 1784.
Según Kant, debe ser posible descubrir, por encima del desorden de las tendencias individuales, una ordenación racional, a la cual se conforman inconscientemente los individuos y que halla su causa en el designio de la naturaleza. Y si admitimos una teleología en ésta, se debe convenir que «en el hombre… las disposiciones naturales que tienen por fin el uso de la razón deben alcanzar un completo desarrollo sólo en la especie y no en el individuo, porque la vida de éste -es demasiado breve para agotar en su curso todas las disposiciones posibles». La realización de la finalidad humana se cumple a través del antagonismo de la «insocial sociabilidad», o sea de las dos actitudes opuestas entre sí que existen en el hombre: la que lleva a socializarse y la que impulsa a individualizarse. De ello surge el más grave problema para la especie humana: el de «establecer una sociedad civil que haga valer universalmente el Derecho». El fin de la naturaleza es, por consiguiente, establecer una constitución justa donde la libertad de uno encuentre su límite únicamente en la ley que tutela la libertad de los demás. Problema que es el más difícil y el más lento de resolver, porque por un lado el hombre, para encontrar un freno a los excesos de su libertad, necesita un dueño; y por otro lado porque también este dueño es un hombre inclinado a abusar de su libertad.
El problema de establecer una constitución civil perfecta depende, pues, del problema del modo de regular con leyes las relaciones internacionales, y éste no puede resolverse más que con la formación de una federación de Estados, en la que cada uno de éstos esté sometido a una ley que regule la recíproca libertad, ya que sin una autoridad de esta índole sucedería lo mismo que con los individuos: o sea que los Estados, empujados por los egoísmos particulares, se arrojarían uno sobre otro, devorándose, sembrando ruinas, miseria y revoluciones. Considerando entonces el paso de los individuos desde el estado de barbarie a la sociedad civil y análogamente el paso de los Estados desde la independencia a la federación, se comprende que los antagonismos y las luchas, con los inevitables dolores, destrucciones y miserias que acarrean, no sean más que medios para la realización de los fines de la naturaleza. No es, pues, nada imposible, ni menos utópico, el concebir sistemáticamente el curso de la historia humana según un designio racional, en el cual la libertad humana se encuadre en el gran plan providencial de la naturaleza. Este estudio kantiano, juntamente con el de la paz perpetua, es indispensable para comprender completamente la doctrina política del gran pensador.
En realidad, si la Doctrina del Derecho concluye en sentido individualista, estos estudios demuestran claramente que Kant estaba muy lejos de quedar satisfecho con tal solución. Para superar el ámbito de la individualidad tuvo que recorrer a una racionalidad innata en la naturaleza, que si teleológicamente trasciende a toda posibilidad teórica y práctica del espíritu individual, le es con todo inmanente como principio activo; pero, en esta forma, la naturaleza tal como la ve Kant no es ya el mundo mecánico de los fenómenos, o, mejor dicho, es algo más que eso: el objeto racional e inteligible del «noúmeno».
A. Répaci