[El círculo de tiza]. Drama chino en cuatro actos, en prosa y verso, aparecido en el siglo XIII. Es la historia de una pobre muchacha, de nombre Chang- Hai-t’ang, la cual, comerciando con su belleza, mantiene a su madre y a su hermano. Entre sus muchos amantes hay uno llamado Ma, casado, que la quiere de veras y la acoge de buen grado como concubina, porque no tiene todavía hijos con su esposa. Al comienzo del segundo acto el hijo de Hai-t’ang tiene ya cinco años; es el día de su cumpleaños y Ma, con su primera esposa, lo lleva al templo para dar gracias a la Diosa de los Hijos. En tanto, el hermano de Hai-t’ang, obligado por la miseria, acude a ella para pedirle socorro; pero la muchacha, que no posee nada de su propiedad, se ve obligada a negárselo. Vuelve sola a casa la mujer de Ma, y, puesta al corriente del asunto, persuade a Hai-t’ang para que le entregue sus joyas, asegurándole que no le sucederá nada. Pero luego ella misma entrega las joyas al hermano de Hai-t’ang como si fuesen las suyas propias, de manera que el joven se siente lleno de odio contra su hermana; cuando Ma nota que Hai-t’ang ya no lleva sus joyas; su esposa le dice que la joven las ha regalado a un amante.
En realidad es ella la que se enamora de cierto Chao, y por amor de éste acaba envenenando a su marido. Entonces Hai-t’ang resuelve marcharse, pero la mujer no quiere darle el niño; la joven acude al tribunal de subprefectura, pero Chao, que es uno de los funcionarios, se pone en pro de su amante. El proceso continúa: Hai-t’ang, acusada de asesinato, se va a la prefectura acompañada de los alguaciles, que han sido sobornados para que la maten en el camino. Por su dicha se encuentra con su hermano, el cual es ahora funcionario del tribunal de la prefectura y tras largas explicaciones de su hermana manda detener a los verdaderos culpables. El juez Pao Chang, famoso por su sabiduría e imparcialidad, que no ha podido sacar nada en claro de las audiencias, ordena a un funcionario que dibuje con tiza un círculo en el suelo y ponga al niño en su centro. Las dos mujeres deberán sacar a un mismo tiempo al niño fuera del círculo; el niño será entregado a la que venza en la prueba. Pero la pobre Hai-t’ang en dos pruebas consecutivas pierde porque tenía que romper un brazo al niño; y así el juez advierte claramente el amor materno de la joven y, por consiguiente, su inocencia.
Aquí termina el drama. Es interesante observar que mientras Salomón para descubrir a la verdadera madre ordena que partan al niño en dos, Pao Chang repite delicadamente aquel experimento, a manera de juego; lo que denota la diferencia entre dos mentalidades. (Stan. Julien, Hoei-lan-ki, ou l’histoire du aercle de craie, Londres, 1832).
P. Siao-Sci-Yi