[Preguntas sencillas del emperador Huang]. El más antiguo tratado de medicina (fisiología y terapéutica) chino, sin nombre de autor, en 24 volúmenes, que probablemente se remontan al siglo IV a. de C. aunque refundido más tarde. En el siglo VIII Wang Ping publicó un comentario a este libro, y a él se atribuye también el Ling Shu Ching [El libro canónico del quicio del alma], otro tratado, en doce volúmenes, sobre la medicina interna y la acupuntura, el cual, si bien en su redacción actual se remonta el siglo XI, debe contener el núcleo de obras más antiguas; los dos tratados son comúnmente conocidos y considerados como Nei Ching [los libros canónicos de la medicina].
El título del Huang Ti Su Wén nace de la circunstancia de estar en forma de diálogo entre Huang Ti (el emperador amarillo), famoso soberano mítico de la China, que vivió, según la cronología indígena, hacia el siglo XXIX a. de C., y Ch’i Pai, su ministro, y otros sabios que resuelven una serie de dudas que el emperador les expone. El Su Wén establece ante todo una estrecha interdependencia entre el mundo exterior (macrocosmos) y el organismo humano (microcosmos). El macrocosmos está todo en el T’ai-hsü (el gran vacío), esto es, el espacio entre tierra y cielo, en el cual giran, superpuestas y en sentido inverso, dos ruedas: encima, en sentido sinistrógiro, la rueda de las dos modalidades celestes Yin y Yang, cada una de las cuales presenta tres fases: máxima (t’ai), decreciente (hsiao) y mínima (ch’üeh); debajo, en sentido dextrógiro, gira la rueda terrestre, con cinco sectores que corresponden a los cinco agentes naturales (wu-hsing), esto es, en orden de producción recíproca: madera (materia vegetal), fuego, humus, metal (materia mineral) y agua. Estos sectores, girando con la rueda, se exponen a la influencia de las seis fases de la otra rueda, de manera que cada 30 años se repite cada posición.
Vamos ahora al microcosmos, esto es, al individuo humano. Allí hallamos las cinco vísceras (wu tsang), cada una bajo el influjo de uno de los cinco agentes naturales, es decir, por su mismo orden: hígado (kan), corazón (hsin), bazo (p’i), pulmones (fei) y riñones (shén). La rueda de las dos modalidades Yin y Yang actúa sobre cinco sectores, y por esto también sobre las cinco vísceras que están bajo su influencia. Además, así como las dos ruedas están divididas en 360° (que corresponde a los 360 días en que se dividía entonces el año), es posible (por medio de tablas matemáticas), calcular para cada día (y hasta para cada hora del día) la acción de la rueda celeste sobre las cinco vísceras. Esta, llamémosla así, matemática trascendental está todavía en uso en nuestros días con finalidades adivinatorias. A esta parte, que puede llamarse teórica, sigue la parte práctica, diagnósticos y terapéutica. Las enfermedades surgen en el cuerpo humano como consecuencia del mal funcionamiento de una de las cinco vísceras. El diagnóstico consiste, pues, en determinar cuál es esta víscera, y por obra de qué influencia, y esto se logra con el examen del pulso, acerca del cual se extiende mucho el tratado.
La terapéutica comprende dos métodos: la acupuntura y la acción heroica de los venenos. La acupuntura tiene por objeto estimular cualquiera de las cinco vísceras que se muestre recalcitrante a reanudar su ritmo normal. Ordinariamente, es decir, en casos no graves, es indirecta y superficial. La superficie del cuerpo humano ha sido repartida por los chinos en zonas, cada una de las cuales tiene un nombre particular, y se considera que responde a determinadas afecciones de cada una de las cinco vísceras. Pinchando con una aguja una de esas zonas, la víscera que corresponde a ella se resiente y recibe un estímulo para funcionar de manera determinada y, por lo tanto, para normalizarse. En los casos graves se debe recurrir a la puntura directa de las vísceras, o a la acción violenta de los venenos (como el arsénico, el acónito, la nuez vómica, etc.), que los chinos conocieron desde tiempos remotísimos. Esto es, en sus líneas esenciales, el contenido de Huang Ti Su Wén, en el cual, por lo demás, se manifiesta el influjo de los sistemas filosóficos indígenas, especialmente el taoísmo. No es menester hablar aquí del valor científico en un sistema tan estrafalario de ideas fantásticas, sin base alguna científica ni experimental, el cual puede interesar únicamente al historiador de la medicina. Como circunstancia singular observaremos que el Su Wén conoce la circulación de la sangre, a la cual se llega, con todo, no por observación experimental, sino por una curiosa intuición o, mejor dicho, por analogía con la circulación del principio vital en el macrocosmos universal. Podemos notar también que la acupuntura, practicada todavía hoy en China, recuerda, en cierto sentido a lo menos, la moderna reflejoterapia. (Cfr. L. Wieger S. J., Histoire des croyances religieuses et les opinions philosophiques en China, Hsien-hsien, 1922. Lee. 41).
M. Muccioli