Poesías del escritor murciano Federico Balart (1831-1905), publicadas en 1897 con una dedicatoria a Emilio Castelar. Recoge una serie de composiciones heterogéneas sobre temas sociales, religiosos, filosóficos y onomásticos. El libro se cierra con el largo poema «El progreso» y unos poemas inéditos. Decía Gómez Baquero, en el prólogo a la edición de Balart, de 1929, que en los poetas de hoy — Lorca, Guillén, Diego — «hay mucho lirismo y menos verso». Realmente para el lector actual la poesía de muchos románticos suena a hueca y queda sólo el cascabeleo de los consonantes. Balart es poeta en versos sueltos y en alguna composición de aire madrigalesco, pero, en general, es un simple versificador lleno de buena intención. Perteneciendo a la escuela de Núñez de Arce, Campoamor y Bartrina, cayó también en el ripio y en los tópicos al uso. Así abunda en imágenes como «repentino rayo», «ígnea centella», «tartárea visión», «charca pestilencial», «olas turbulentas», «horrenda insensatez», etc.
A. Manent