[Umbrische Reisegeschichtlein]. Narraciones de Heinrich Federer (1866-1928), publicadas en 1914. La última hora de Inocencio III (v.), «La cabrita compañera de viaje», «La señora Inés», «Marcos, el vendedor ambulante», «Sibila Pagni y Tadeo Amente», son testimonio de la simpatía que este escritor católico suizo sentía por Italia. La segunda de ellas es el apacible diálogo sostenido por el autor y una graciosa cabrita mientras caminan por uno de los frondosos valles de Umbría, en los que se anda horas enteras sin encontrar un alma viviente; la cabrita cuenta la vida de los pastores, el legendario duelo entre un lobo y su abuelo, el macho cabrío, la astucia de los pequeños animales del bosque para evitar los ataques de los hombres feroces. La señora Inés es una vendedora de objetos sagrados en la plaza del Sacro Convento de Asís; su tenderete es visitado por los forasteros, con lo que se gana la vida y sería feliz, si un día, a su hijo único, que ella destinaba a estudiar para sacerdote, pero que no siente la menor inclinación para el estudio ni el trabajo, no se le ocurriese hacerle competencia, poniendo un puesto a escasa distancia del suyo; de allí surge una feroz rivalidad, con episodios trágico cómicos, hasta que el hijo se casa y llega a ser padre de un gracioso pilluelo que aplaca a la abuela.
Una vez más vuelve ésta a soñar en el heredero que estudiará la carrera sacerdotal y que un día llegará a obispo; pero una vez más no pasará de ser un sueño. Marcos, curioso tipo de mercader ambulante, mediante una ingeniosa historia sobre la invención del alfabeto, cautiva durante toda una noche la atención de los campesinos de uno de los más escondidos e inaccesibles rincones de Umbría; en el mismo pueblo se suscita el idilio de Sibila Pagni, que está enamorada de un joven pastor, el cual nada quiere saber de ella, por orgullo, ya que es una heredera — de unas pocas ovejas y una casa arruinada — y él hijo de una miserable viuda. Pero una noche que Tadeo se halla en la alta montaña con las ovejas que se le confiaron, habiéndose roto una pierna al sufrir una caída, hubiera muerto de frío o no ser por la valerosa muchacha, que lo salva del hielo a costa de quedar ella impedida y medio paralítica. Entonces, Tadeo la hace su esposa, convirtiéndola en mujer feliz y madre de hermosísimos rapazuelos. En todas estas novelas se encierra un grande y conmovedor amor por el país descrito y por sus habitantes, de los que Federer conoció sus defectos y límites, pero también las bellas dotes de nobleza y generosidad. Este amor por Italia, por sus grandes pontífices y por sus genios y santos lo revela el escritor suizo en otras obras suyas; así, por ejemplo, en Sixto y Sexto, en la que pone frente a frente a Sixto V y a su hermanastro, el bandido Sexto, y el papa, que juró liberar su Estado del bandidaje, acaba por perdonarlo; en la famosa novela Dante; en Un hombre que busca piedras y encuentra hombres, es decir, Miguel Ángel; en Navidad en los Montes Sibilinos, en el Milagro de Bolsena, etc.
B. Allason