[Weltgeschichte in zusammenhängender Erzählung], Es la última historia universal en el gran estilo del siglo XVIII, escrita por el historiador alemán Friedrich Cristoph Schlosser (1776-1861), entre 1817 y 1841, en cuatro volúmenes, el primero de los cuales abraza la historia antigua hasta la destrucción del imperio de Occidente, en una ininterrumpida narración sin análisis y casi sin capítulos, con lengua y formas descuidadas, pero con solidez de contenido y citación de las fuentes; el segundo comprende la Edad Media, con la misma profundidad y ciencia de las fuentes; en 1823 el autor ya había publicado, con el material recogido en su larga estancia en París, el tercer volumen, al que en 1839-41 siguió el cuarto, que abraza, en dos secciones, el siglo XIV.
Como complemento de su Historia Universal añadió más tarde la Historia del siglo XVIII, que se convirtió luego en la Historia de los siglos XVIII y XIX, y más tarde todavía los tres siglos que faltaban, XV, XVI y XVII; siguió una Historia universal del pueblo alemán, en 19 volúmenes, publicada en 1842-57. La humanidad europea se presenta al autor como un gran conjunto en el que reina una minoría egoísta que, atendiendo sólo a sus propias ventajas, mantiene o cambia instituciones sin atender al bien público, sin la menor compasión por la miseria de los oprimidos y sin sentimiento para los derechos naturales y de libertad fundamental de la naturaleza humana, sea ella Corte o nobleza, aristocracia u oclocracia. Su Historia Universal es de este modo un tribunal ante el cual cita, en nombre de un sentimiento democrático — en el sentido del tribunado popular romano de defensa contra el opresor — a todos los que en la vida ordinaria están a salvo de toda sentencia de juez, para dar cuenta no solamente de sus acciones, sino también de la pureza de sus intenciones y de la fe en sus propias ideas. Y como quiera que es único juez en medio de una multitud de acusados cuyos defensores y panegiristas levantan la voz, él debe pronunciar a gritos sus acusaciones y condenas, sus exhortaciones a la enmienda, para que se salven a sí mismos y a la patria de la ruina que les amenaza.
Y sus palabras son también una amonestación a las generaciones venideras para que no quieran, por codicia de novedad, destruir sacrílegamente las antiguas instituciones y para que siempre hagan preceder a la reforma del mundo su propia purificación, recordando que «el alma de todo progreso es el progreso del alma». Sus métodos críticos no carecieron de defectos; y errores, inclusive de hecho, no faltan en sus obras, que carecen de unidad y rebosan de repeticiones. Sin embargo, tuvo el mérito de introducir por vez primera la historia de las letras y de las ciencias en la historia política, de la que en cambio apartó la historia social y económica. El primer volumen de la Historia Universal empieza con la cita de Isaías: «Toda la carne es heno y todo su resplandor es parecido a la flor del heno que se marchita; se secó el heno y su flor cayó; pero la palabra de Dios permanece eternamente».
G. Pioli