Historia sin Nombre, Barbey d’Aurevilly

[Histoire sans nom]. Novela de Barbey d’Aurevilly (1808- 1889), publicada en 1882. Este libro de vejez (cuando Barbey lo escribió contaba ya casi setenta y cuatro años) podría muy bien ser considerado la obra maestra del autor de las Diabólicas (v.). Historia sin nombre, por otra parte, responde al mismo espíritu y a la misma inspiración que las Diabólicas.

El relato comienza antes de la Revolución, en una pequeña ciudad del Forez. Es en tiempo de Cuaresma y el padre Ricluf, un religioso capuchino de modales poco simpáticos, ha ido a predicar al lugar con un lenguaje poco adecuado a la humildad de su religión y de su orden. Durante la Semana Santa es alo­jado por una dama noble, la baronesa de Ferjol, viuda inconsolable, cuya religión le ha llevado a la beatería y al rigorismo y que vive sola con una hija única, frágil y dulce, Lasthénie. En la mañana del sábado santo se dan cuenta de que el inquietante sacer­dote ha desaparecido durante la noche, y nadie sabe adónde ha ido. Poco tiempo des­pués de Pascuas, Lasthénie comienza a sen­tir singulares síntomas. Mme. de Ferjol, a pesar de la vergüenza y de la cólera, no puede engañarse durante mucho tiempo: su hija ha sido deshonrada y espera un hijo. La baronesa cerca a preguntas a Lasthénie, quiere obligarla a confesar el nombre de su amante, pero la joven parece estupefacta por las preguntas de su madre y no la com­prende. Cuando da a luz, el niño está muerto y ella muere también…

El seductor es aquel extraño capuchino que desapareció tan pa­ladinamente en la vigilia de Pascua; Las­thénie era sonámbula y el malvado fraile, aprovechando una de sus crisis, había abu­sado de la joven y le había robado una esmeralda, un anillo de familia, que llevaba en el dedo. Llega la revolución, el religioso ha renegado y se ha transformado en te­rrorista y jefe de una cuadrilla de bandidos. Un día, durante una escaramuza, le cortan la mano, precisamente aquella en que lleva la esmeralda desde el día del drama de Lasthénie. El anillo vuelve, bajo la Restau­ración, en poder de un pariente de Mme. de Ferjol. Ésta podrá, pues, emprender la per­secución del malvado sacerdote. Le encuen­tra, manco, agonizante, en un convento de trapenses, echado en un lecho de cenizas. Desesperado y arrepentido, ha ido a pedir refugio a la Iglesia. Los hombres de Dios han perdonado al indigno. Pero Mme. de Ferjol no quiere olvidar absolutamente nada de su odio, atormenta al fraile hasta su muerte y asiste a su entierro inflexible. «Si él está en el cielo — dice —, yo no quiero ir con él…».

En esta novela, Barbey d’Aure­villy ha sabido aliar y fundir las dos grandes formas de su arte, la novela pintoresca y la novela psicológica. Se encuentra en ella la misma búsqueda del satanismo que podía verse en las Diabólicas. Las páginas más bellas son las destinadas a la descripción de Forez, el retrato del padre Ricluf, los aná­lisis del carácter intransigente, jansenista, de Mme. de Ferjol. La atmósfera que seres- pira en esta novela es en general cautivadora hasta el extremo y Barbey d’Aurevilly ha sabido rodear a sus personajes de un horror que en más de una ocasión resulta realmente grandioso.